Y yo sin saber lo cerca que estoy del enfoque de constelaciones

by Julen

Empresas con alma

Dice Guillermo Echegaray en Empresas con alma, empresas con futuro que el nombre de «constelaciones» no debe llevar a confusión: «no se trata ni de estrellas ni de cartas astrales». Puede ser que quien escribe esto tenga ciertos prejuicios contra un tipo de «intervención» atípica en la labor de consultoría, plagada de referencias místicas (este, supongo, es precisamente mi prejuicio). A lo mejor es que no me veo, sin más, jugando con el espacio, el psicodrama o las esculturas familiares. Joder, Julen, que estudiaste psicología. Pues ya veis, no me veo y, por tanto, no creo que lo vaya a hacer nunca.

Dicho lo anterior, ahora que he terminado de leer el libro de Echegaray, reconozco que mi idea de cómo actuar en consultoría está muy cerca de lo que se va exponiendo en sus 36 minicapítulos. Por cierto, este enfoque de capítulos en forma de píldoras, cada cual en torno a una idea concreta, me ha parecido que simplifica mucho la lectura y ayuda a retener los conceptos. Me lo apunto 😉

Por ir a un detalle concreto, en varias ocasiones he impartido un taller sobre «gestión del cambio». Es un tema que me gusta porque admite muchas diferentes perspectivas. De hecho, en términos de teoría de sistemas, le aplica la equifinalidad: se puede llegar al mismo objetivo a través de muy diferentes caminos. Echegaray dedica una de sus 36 píldoras precisamente a este asunto. Allí rescata el archiconocido esquema de ocho pasos de Kotter para enfrentarlo a otra forma más elaborada de encarar el cambio. Sin saberlo, resulta que he estado aplicando algo muy parecido a los «niveles neurológicos» de Robert Dilts. Ya ves tú qué cosas.

No obstante, al margen de estos pequeños detalles, creo que el enfoque de sistemas, como ya anticipé en un artículo de hace unos días, encaja a la perfección con cómo creo que se debe trabajar en consultoría. Supongo que podríamos hablar de lo local y lo global, de los diferentes niveles en que conviene analizar lo que sucede, de la combinación de nuestros dos hemisferios cerebrales, izquierdo y derecho… En definitiva, considerar que lo que sucede dentro de una organización tiene que ser reconocido como tal y que ponerse manos a la obra para mejorarlo requiere no insistir con una sola herramienta. Sí, lo de siempre: si tienes un martillo tienes la obligación de ver que todo son clavos. Si no, se te acaba el negocio.

En el fondo de la cuestión, para mí, está la idea de contexto. A fin de cuentas es lo que da sentido a la teoría de sistemas y por aquí es por donde creo que se abre una vía muy interesante para la consultoría. Recupero a Echegaray:

No atribuir propiedades a los objetos [pueden ser personas, equipos o empresas] quiere decir, precisamente, empezar a pensar en contextos. O sea, que uno no es bueno o malo, competente o incompetente, responsable o irresponsable por alguna propiedad o característica suya que le viene del interior de su ser o está inserta en su ADN; sino que uno puede mostrar su mejor versión o la peor, dependiendo de un montón de circunstancias, relaciones con otros elementos o sistemas. En definitiva, dependiendo del contexto en que se está moviendo su vida y cómo va manejando ese contexto.

No quisiera ser radical con esta idea de los contextos, pero sí que considero fundamental entenderlos en tanto explican gran parte de lo que sucede. Y sí, estoy cien por cien de acuerdo con esta afirmación:

Quien se define como pensador o trabajador sistémico se vuelve, entonces, un creador de buenas condiciones o contextos para que algo se dé. Ese es nuestro trabajo: crear condiciones.

Sustituye «pensador» o «trabajador sistémico» por «consultor artesano» en esta última cita. Nos sirve a la perfección. Mira tú por dónde 😉

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.