3- Turégano – Riaza #SegoviaMTB

by Julen

Turégano es un pueblo pegado a su plaza y su castillo. Ayer, cuando me acercaba, barrizal aparte, el castillo se levantaba como un poderoso vigía para quien quiera llegar hasta el pueblo. Inconfundible, enorme, desafiante. La plaza, por su parte, era bastante curiosa. Atravesada por la carretera general, alargada, casi como una calle que se ancha de forma extraña. Eso sí, los característicos soportales para cobijarse del frío y también el adoquinado le daban un aire típicamente castellano. Allí pasamos la tarde.

A las ocho estaba desayunando en la posada en que me alojaba. Muy atentos y amables todos los que me atendieron. La habitación, con suelo radiante, estaba muy agradable. Un buen lugar para pernoctar en Turégano, La Posada del Zaguán.

Hubo que repasar la bici de nuevo, engrasarla y limpiar del barro reseco que todavía no había sido capaz de quitar el día anterior. Cada vez que me acuerdo, qué rabia de últimos cinco kilómetros. Gajes del oficio de pedaleante de montaña.

El día ha amanecido limpio sin las nieblas de los dos días anteriores. Eso no ha impedido que, bajando por un tramo a la sombra, el termómetro del GPS haya marcado siete bajo cero. Al igual que ayer, la primera parte de la etapa, aunque hoy con cielo azul y sol, ha sido gélida. En Pedraza ha llegado el punto de inflexión térmica. Si hasta ahí tocaba aguantar como buenamente se podía, luego con el sol ya más alto, el día se ha hecho muy llevadero. Eso sí, en la senda de las hoces del Duratón otra vez fresquito. De rebequita por lo menos.

El tramo hasta Pedraza se hacía íntegro por carretera. Encantadora la zona en torno al río Cega. Tras una bajada gélida en zona de sombra, me he parado un rato en un puentecillo. Pegaba el sol y ha salido mi lado lagartija para intentar recuperar un poco la temperatura de pies y manos.

Pedraza estaba desierto. Curioso ver semejante recinto amurallado así. Lo imagino con hordas de turistas y, claro, vaya diferencia. El pueblo tiene un único acceso: la puerta de la villa. Arriba en su plaza mayor he holganazeado otro rato al sol. Un paseo hasta el castillo, foto de rigor y vuelta a la ruta.

Por fin se deja el asfalto para tomar una pista que corona un pequeño alto y baja hasta Orejanilla. Otra subida por un enorme pistón y otra bajada, esta vez hasta Valleruela de Sepúlveda. Y así unas cuantas más hasta llegar a Villar de Sobrepeña desde donde, por fin, la carretera baja hasta el río Duratón a la altura del puente de Villaseca. Allí se toma la senda que acompaña durante unos diez kilómetros al Duratón hasta el puente de Talcano, cerca de Sepúlveda.

Este tramo es fantástico, tanto para hacerlo a pie como en bici. En las zonas de sombría todavía aguantaba el manto blanco de la helada. El río, tranquilo y parsimonioso, acompaña el pedaleo. De vez en cuando hay que bajar de la bici, pero casi puedes contar con los dedos de una mano las veces en que es obligatorio. Solo me he cruzado con otras dos personas en todo el tramo. Recomendable, no hay duda.

Desde Sepúlveda la ruta alcanza Riaza por carretera. Bueno, en toda una primera parte por la Cañada Real Segoviana, que supongo que estuvo antes que el asfalto. Poco a poco va llegando el final de etapa, en subida continua, hasta los 1.200 metros de altitud de Riaza. En la plaza las terrazas al sol contaban con su público, cómo no. Busco mi hospedaje para esta noche y me doy a la rutina del lavado y secado de la ropa. Mañana última etapa de esta escapada segoviana.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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