Te la pedimos. Insistimos en que la escribas. Deja tu punto de vista. ¿Lo ha hecho bien? ¿Lo ha hecho mal? Necesitamos que valores el servicio que has recibido. Es el sistema, cada cual debe saber dónde se encuentra. Hay que comparar. Hay que poner un número y decidir quién merece qué. Para lo bueno. Para lo malo. La presión de la vara de medir.
Me mides, me cosificas. Me invades. Pero es la norma, es la costumbre. Nadie se ruboriza, nadie lo pone en cuestión. Debes saber que es lo que toca. Lo sabes desde el principio. Lo viste nada más llegar. En este y en otros trabajos, pedimos opinión. Encuestas a mayor gloria de la estadística.
Y dicho más o menos claro, te lo pediré: por favor, por favor, no me agredas. Tú y yo. Hoy eres tú quien lo hace, pero mañana pueden cambiar las tornas. Mañana puede que sea yo quien deba marcar las cruces en ese formulario. ¿Querrías que lo hiciera sin pensar en las repercusiones? No, claro que no. Entonces, por favor, ya sabes: nueve o diez, no hay otra opción.
Sí, vivimos dentro de escalas. Preguntas que se repiten hasta la saciedad. Eres la base de la pirámide sobre la que se construye mi reputación. Eres juez y parte, eres quien dicta sentencia. La acumulación de marcas en el papel eleva la perspectiva. Da igual el motivo. Tú y yo. Imposible escapar. Hay que seguir caminando en la rueda giratoria del laboratorio. Somos las ratas y alguien ha diseñado el experimento.