El río Duero

by Julen

Un río de los que tuvimos que estudiar. De niño. Allá en recuerdos que se me escapan. Uno de los grandes ríos de la península. Un río largo, con sus afluentes. Todos enlatados en un texto que aprendíamos de carrerilla. Se quedaron a vivir en algún repliegue de nuestros cerebros. O de nuestros corazones.

Luego venían aquellas plantillas de plástico que servían para marcar ciudades, río y provincias. Mapas de pinto y coloreo. El lápiz en los dedos. Con una destreza aún por alcanzar. Los ríos estaban allí, en el libro, sobre el papel. Estaban fijados a la memoria, al estudio. Entre ellos, cómo no, el Duero.

No recuerdo haber estudiado los Arribes. Las autoridades, ya se sabe. Ellas decidían qué sí y qué no. Nada ha cambiado, ¿verdad? Quizá hoy sea el día en que las autoridades hayan decidido que sí. No lo sé. Ahí abajo, escondido, el Duero. Oculto a miradas indiscretas. O no, porque esa profundidad realza miradores por doquier. Siempre quisimos ver lo que se escondía a nuestros ojos.

El río Duero baja tranquilo estos días. Se le ve sereno. Supongo que depende de las lluvias. Él no hace otra cosa que no sea trasladar a su cauce lo que le entregan. Puede mover las aguas más rápido o casi estancarlas. Pero no es decisión que le competa. El río Duero. Kilómetros arriba su curva de ballesta. La imaginación me traslada hasta allí. Uno de los ríos que aprendíamos de carrerilla en la EGB.

La imagen está tomada de Wikipedia.

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