La brecha de género como oportunidad de negocio

by Julen

Tasa Rosa

Creo que en la actualidad conviene ponerse las gafas de género para detectar no solo todas esas situaciones de discriminación -sean evidentes o actúen bajo la superficie-, sino también para descubrir enormes oportunidades de negocio. Sí, tiene su lado delicado, pero a veces es más fácil «comprar» la idea de la reducción de la brecha de género cuando de por medio se atisban, a través de ella, ganancias económicas.

Las mujeres conforman un enorme mercado tomado como tal. Ya, da un poco de miedo ver a más de la mitad de seres humanos del planeta como un simple target comercial. Pero prefiero leer en positivo y entender que el acceso de más mujeres a determinadas categorías de producto/servicio presenta más ventajas que inconvenientes. Por eso precisamente no entiendo la ceguera de ciertas propuestas que no miran a la mujer en su especificidad.

Podríamos tomar el caso de las mujeres ciclistas. Vamos a pensar en su sentido más amplio. Vamos a pensar en, por ejemplo, su fisiología. ¿Tiene sentido que una marca de bicicletas y complementos a su alrededor ofrezca determinados productos personalizados para la mujer? Si nos fuéramos a la ropa nadie nos lo pondría en duda. Cuerpos diferentes, ropas diferentes. Si nos vamos a un sillín, anatomía diferente, sillines diferentes. Es decir, en ciertos segmentos de producto es algo normalizado, pero cuando fijas la mirada en otros ámbitos a veces no entiendes cómo no hay más oferta personalizada.

No sé cómo están funcionando marcas como Liv, la apuesta excluvisa «de mujeres para mujeres» puesta en el mercado por Giant, uno de los gigantes del sector. ¿Puede tratarse de una simple opción marketiniana dirigida sin más a captar a un determinado segmento del mercado? Sí, supongo que sí, pero de momento pone en valor una diferencia que quizá sea apreciada por aquellas personas a las que se dirige el producto. Si nos ponemos a malas, incluso habrá que prestar atención especial a si aplica una tasa rosa.

She is the most confident woman in the room because she supports those around her rather than tearing them down. She empowers belief in self!
She doesn’t need to compromise her authenticity by trying to live up to the standards of beauty magazines and curated social lives — she knows who she is and that’s enough.
She never boasts or brags, over promises or oversells. There is just an inherent optimism in how she sees the world.
She is driven and is fulfilled by the joy of riding with her friends or just appreciating the simple pleasure of breathing in and out. She lives her life on her own terms, pursues her passions and appreciates the moments on her bike. She is free-spirited, willing to take risks and is quick to laugh.
She simply loves to ride. She is Liv.

Ya comenté que en la actualidad estoy mentorizando una serie de proyectos que proponen alumnas y alumnos de último curso de LEINN. Es lo que llamamos su startup process. Pues bien, en estos proyectos es donde veo que nos continúa faltando la visión transversal de género. En concreto, por ejemplo, en el caso de los e-sports. Es un ámbito en torno al cual ya comienzan a surgir propuestas emprendedoras en nuestra universidad. Algunas muy interesantes. Pero yo, personalmente, jugaría a ponerme las gafas de género porque creo que abre la mirada y, de paso, abre más el mercado. Sí, ya sé que es un sector que crece de forma espectacular. Sin embargo, necesita gafas de género. Sin ellas me siento incómodo.

Insisto, me parece un asunto complejo, que presenta muchas aristas: las gafas de género para ganar mercado abren los proyectos emprendedores a una nueva reflexión. Convicciones, justicia social, mercado, tasa rosa, micromachismos más o menos evidentes: un cóctel que no es tan fácil de ingerir. Pero hay que introducir la reflexión. En esto no me cabe duda alguna.

La imagen está tomada de PIXNIO.

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2 comentarios

amalio rey 05/11/2018 - 17:12

Todo eso es verdad, y alguien tiene que decirlo: «a veces es más fácil “comprar” la idea de la reducción de la brecha de género cuando de por medio se atisban, a través de ella, ganancias económicas». Leyéndote me viene a la cabeza un dilema recurrente, que me cuesta un horror resolver: ¿invertimos en fomentar actitudes honestas y coherentes con la dignidad humana (largo plazo) o en incentivos económicos/extrínsecos para acelerar el cambio, aunque sea superficial (corto plazo)? => Tal vez éste sea un dilema falso, porque se puedan hacer las dos cosas. Yo ahí tengo mis dudas. Creo que a más impulsamos esto como un negocio, más difícil es que se incorpore como un valor genuino. Por otra parte, quizás optando por un «fast-track» como éste, impulsado por la pasta, consigamos normalizar la paridad. También puede ser. Yo sigo teniendo mis dudas. Seguiré pensando… porque el mismo conflicto lo tengo en otros ámbitos donde se busca la transformación.

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Julen 05/11/2018 - 20:41

Conste que aquí en los proyectos que veo surgen de LEINN la cuestión de género, en muchos casos, sigue siendo un tema pendiente. Algo no estamos haciendo bien.

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