El sentido del trabajo para las nuevas generaciones

by Julen

Tengo a la vista unas clases sobre «la importancia de las personas en las organizaciones» dentro un curso avanzando que impartimos en Mondragon Unibertsitatea. En ellas tengo previsto dedicar un tiempo al sentido que hoy en día el trabajo tiene para las personas. Y es que en el tiempo presente me temo que diferentes generaciones otorgan diferente valor al trabajo. Por supuesto que en estas cuestiones no está de más recordar a Karl E. Weick y su gran clásico: Sensemaking in Organizations (1995). Al césar lo que es del césar. Ah, y por cierto, que Weick también fue de los primeros en introducir el mindfulness en el ámbito organizacional, junto a Kathleen M. Sutcliffe y David Obstfeld: Organizing for High Reliability: Processes of Collective Mindfulness (1999).

Supongo que cada cual somos en función de nuestra educación y de nuestras vivencias. A partir de los genes que nos tocan en la lotería del nacimiento comienza un baqueteo constante en el que vamos aprendiendo y desaprendiendo. El contexto en que vivimos nos proporciona el marco para interpretar lo que acontece. En este sentido, el trabajo es aquello que hemos visto en nuestra casa, en la gente que nos rodea, en lo que hemos leído y en lo que hemos terminado por interpretar. Digo esto porque no estoy seguro de poder hacer afirmaciones generalistas sobre cómo ven las nuevas generaciones la cosa que es «el trabajo». Quizá podemos encontrar pautas comunes aunque lo hagamos impelidos por un traicionero sesgo de confirmación: el trabajo ya no podrá significar lo que significó para las generaciones precedentes.

Cuando veo los proyectos que, por ejemplo, plantean las alumnas y alumnos de LEINN para sus procesos de startup o para sus trabajos fin de grado, me queda claro que no entienden el trabajo como yo lo entendí. Ley de vida. Tampoco vamos a dramatizar. Además, la crisis que lo ha enturbiado todo desde 2008 nos ha lanzado a una espiral de «búscate la vida» que no sabemos hasta dónde llegará. Sí, aquello del proyecto compartido, los valores, la misión y la visión han pasado por un centrifugado tan potente que cuesta reconocerlos.

El trabajo pegado a un empleo y a una persona de la que se solicita fidelidad es hoy un concepto caduco. El trabajo ha saltado por los aires. El empleo está supeditado a que la empresa para la que trabajamos consiga un determinado nivel de beneficios económicos. Hay empleo si se dan ciertas condiciones. No es ningún valor absoluto. Forma parte de la precariedad existencial, de la individuación extrema a la que nos lanza el progreso.

Nos explican que en las empresas industriales trabajaremos de la mano de los robots. Nos explican que los robots no vienen a eliminar trabajo, sino que vienen a colaborar con los humanos. Nos explican que habrá nuevos empleos y que no sabemos ni siquiera cuáles serán. Nos explican que nada será como antes. Y ante tantas explicaciones uno no sabe muy bien si fiarse.

Supongo que el trabajo ha perdido centralidad para muchas personas. Hubo un tiempo en que la vida estaba organizada alrededor de la fábrica. Una entidad que construía casas, disponía de economatos, ofrecía un estilo de vida a sabiendas de que debía garantizar ciertos mínimos de calidad de vida para que las personas les entregaran su tiempo, su dedicación, su fidelidad. Se pagaba la antigüedad y se ascendía sin prisas. Todo ello dibujaba un horizonte de relativa certeza.

Hoy el trabajo, como muchos otros aspectos de nuestras vidas, vive sujeto al momento presente, consumido por las amenazas de un futuro incierto y de permanente exigencia. Importa que cada cual se busque su hueco en ese entorno arisco y sometido a un capitalismo global que es ya el único sistema existente. No hay otra opción. La apisonadora se carga el sensemaking de Weick y todo lo que encuentra a su paso. El sentido lo es mientras dura. Poco más allá del instante presente. Hay que redefinir el sentido del trabajo porque todo se volatiliza.

En fin, no me quiero poner catastrofista, pero para hablar de la importancia de las personas en las organizaciones, no veo la manera de evitar hablar de estas cosas. Si los Monty Python se planteaban en La Vida de Brian cuál era el sentido de la vida, nosotros lo hacemos en torno al trabajo. Y puede que encontremos cierto aire surrealista de vez en cuando. Mejor silbamos y nos lo tomamos con filosofía: Always look on the bright side of life work. Y conste que en esto del trabajo puedes recurrir también a Raphael, Adriano Celentano o al mismísmo Luis Aguilé.

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5 comentarios

amalio rey 15/11/2018 - 10:59

Hola, Julen:
Estoy de acuerdo con que el trabajo está cambiando bastante de naturaleza. Por ejemplo, que la estabilidad está saltando por los aires. Pero me cuesta aceptar esta idea: «el trabajo ha perdido centralidad para muchas personas». No sé cómo medir lo de «muchas» personas, pero yo sigo viendo que el trabajo es realmente nuclear para la vida de la inmensa mayoría de las personas. Que trabajen de forma diferente, vale, pero el trabajo en sí, es y creo que seguirá siendo «central» al menos muchos años. Predecir el futuro de los robots se me antoja un imposible. Ahí hay una ruptura radical que ciega para un tipo de mi edad que vive en 2018. Pero ese cambio está lejos todavía. Por otra parte, creo que los proyectos que se plantean chico/as como los de los Leinners, tal vez, no sean tan representativos de su generación. No sé si podemos guiarnos por eso para saber, a ciencia cierta, si es así como concibe el trabajo la chavalería a la que te refieres. Pero, bueno, tengo más preguntas que respuestas. Buen tema!!

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Julen 22/11/2018 - 14:10

De todas maneras, Amalio, quizá no podamos llamar con la misma palabra a lo que nosotros hemos vivido (y no te digo las generaciones precedentes) y lo que viven quienes desembocan en la edad de ganarse la vida. Quizá «trabajo», «puesto de trabajo», «perfil profesional» sea ya ahora algo cuya definición ha mutado para siempre. En mi casa, cuando era pequeño, íbamos a comprar al «economato» del banco, íbamos de vacaciones a la «residencia» del banco, íbamos a que nos regalaran jueguetes los Reyes Magos que organizaba el banco. Allí trabajaba mi padre, en aquel banco. El sentido del trabajo ha cambiado. Y creo que ha perdido centralidad. El ocio, la individuación, la preocupación por el bienestar personal… todo esto le come terreno a la centralidad del trabajo.
No obstante, insisto, a lo mejor tengamos que inventar nuevos términos porque la separación entre trabajo y no trabajo es complicada.

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