El frío

by Julen

frío

Contrae, repliega, obliga al refugio. ¿Dónde? Quiero pensar que es hacia dentro, hacia lugares donde nos sentimos un poco más a salvo de la agresión. Pero hace falta. Claro que hace falta. Hay que sentir el frío, hay que necesitar el refugio. Dejar que todo fluya hacia dentro y volver a encontrarse en algún agujero de invulnerabilidad. Aunque sea ficticio. Mientras nos lo creamos será suficiente.

El frío es la otra cara de la moneda. Su llegada es tan cierta como su retirada. Son ciclos, momentos, partes de un guion en el que compartimos protagonismo con la naturaleza. Hay que sentirse a gusto en el frío. Por lo que implica y por aquello a lo que nos aboca.

Un día aparece. Diría que de repente, pero no creo que convenga exagerar. Ya sabíamos que contaba en las previsiones. Sin embargo, lo rodeamos de cierto aire mágico. Ensalzamos su poder, aceptamos la fuerza de su resolución. El frío, como siempre, cumple sus obligaciones. Es un mandado. Forma parte de una secuencia natural de acontecimientos. Tan antiguo como la vida misma.

Así que ahí, tras la ventana, el frío explota y contagia. Se viste de niebla, de bruma, de día azul, de escarcha. Sus múltiples vestidos son una manera de mostrar su poder. Sí, es inútil el enfrentamiento. Hay que firmar un armisticio de conveniencia. De una parte, el frío. De la otra, este humano que todo lo escribe.

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