Charly Wegelius

by Julen

Gregario Charly WegeliusEmpecé a ver que seer un atleta sacaba a relucir el lado más vergonzoso de la gente. La admiración de la sociedad hacia los deportistas se basa únicamente en el logro de un ideal. La gente considera al ciclista como alguien que tiene un objetivo y que lo hace realidad gracias al esfuerzo. A la gente le encanta ver que alguien ha conseguido hacer algo de lo que ellos no fueron capaces, y que esa persona lleva su físico al límite. Para los aficionados que devoran libros y revistas de ciclismo, el concepto de «sacrificio» es algo honroso, pero al cumplir los treinta años empiezas a reconsiderar todas esas cosas que has sacrificado. Yo tenía que estar preparado para hacer sacrificios en mi relación con el ciclismo. Por supuesto, comprendía que el sacrificio es necesario en la vida de cualquier persona, pero en el mundo real un adicto al trabajo que no tuviera tiempo para su familia sería considerado un ser despreciable; sin embargo, yo esta haciendo justamente eso y el público me adoraba, me animaba a pie de carretera y hacía cola junto al autobús del equipo aunque lloviera para decirnos lo buenos que éramos. […]

Eché un vistazo a mis compañeros de equipo, los ciclistas que formaban el pelotón. No había ni rastro del deseo bueno, limpio y «noble» de alcanzar la excelencia que la gente parecía imaginar que motivaba a los deportistas. Aquellos profesionales finalmente especializados eran, las más de las veces, un puto desastre. Eran hijos perdidos que buscaban a sus padres o estaban desesperados por aceptarse a sí mismos o ser aceptados por algún otro. Es muy normal ser aficionado al ciclismo y disfrutar haciendo carreras de bicicletas a modo de pasatiempo, pero ganarse la vida con ello es algo muy distinto. Ser ciclista profesional no tiene nada de normal.

No es solo la entrega. Para que nos entendamos: la cantidad de dolor que sufre un ciclista profesional, incluso en un día normal, supera con creces lo que la mayoría de las personas experimentarán en toda su vida. El ciclista de carreras aprende a convivir con el dolor. No es lo mismo que sentiría alguien que montase en bicicleta por diversión o por hacer deporte, sino algo mucho más profundo y que deja unas secuelas mucho peores. El dolor que padece un profesional no es tan solo el dolor derivado del hecho de hacer ejercicio, sino el de hacerlo a fuego en cada uno, y uno aprende a vivir llegando hasta el límite absoluto de las propias capacidades físicas y mentales.

Dos extractos de Gregario, el libro que narra la visión de un profesional del ciclismo, Charly Wegelius.

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4 comentarios

Isabel 05/08/2018 - 19:50

Y leyéndolo recordé los pies de las bailarinas de ballet. La sociedad del espectáculo, ¿no?

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Julen 07/08/2018 - 18:50

Cuando se llevan las cosas al extremo todo empieza a adquirir ciertas formas monstruosas.

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Iván 13/08/2018 - 04:27

Palabras que hacen reflexionar sin duda. El ciclismo siempre me ha parecido un deporte bastante duro y jodido la verdad, sobre todo las tres grandes carreras Vuelta, Tour, Giro. Recuerdo que en mi infancia, en la cuadrilla de mi barrio en Oviedo teníamos dos ciclistas y comentábamos la dureza que eran las etapas de montaña del Tour. Todavía recuerdo la mayoría de los ciclistas sufriendo y nosotros tomando un refresco en nuestro sofá y esperando aquellos ataques de Perico Delgado o de Miguel Induraín. Pinta interesante el libro, gracias por comparrtirlo.

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Julen 14/08/2018 - 17:25

Está muy bien este libro para contemplar el ciclismo como una profesión… bien jodida a veces, la verdad.

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