La consultoría artesana 15 años después

by Julen

El 31 de mayo de 2003 terminé mi trabajo en Maier. Después de 6 años en LKS completé otro ciclo de la misma duración. Fueron 12 años en dos cooperativas muy diferentes entre sí. Cada cual me aportó lo suyo y espero que yo también hiciera lo propio para ellas. Si mi labor como consultor en LKS no me introdujo tanto en la vida interna de la cooperativa, la segunda experiencia, la de Maier, me metió de cabeza en las complejas relaciones entre consejo social, consejo rector y consejo de dirección. Además, la tensión por el cliente propia del sector de automoción y el alto nivel de exigencia que suponía, me hicieron espabilar en lo personal y en lo profesional.

Pero tras aquellos 12 años, repartidos en dos ciclos de 6 en cada una de las dos cooperativas, decidí cambiar de aires. Creo que había perdido cierto grado de autoestima y acordé con la cooperativa mi salida, con alguna que otra incomprensión. Nada que suene extraño. Simplemente cada parte disponíamos de perspectivas diferentes. En Maier trabajé sucesivamente como técnico de formación, director de recursos humanos y, al final, como responsable de gestión del conocimiento. E incluso, durante un breve período, lidié con la responsabilidad de llevar Sistemas de Información. Qué tiempos aquellos. Pero ahora estamos en 2018.

Sí, a finales de mayo se cumplirán 15 años desde que aposté por trabajar en consultoría «artesana» y «en red», los dos apellidos que mejor me sonaban para lo que quería hacer. Ahora cierro de nuevo un pequeño ciclo, los tres años dedicados al doctorado, que espero culmine a finales de junio con la defensa de la tesis. Y como quiera que estoy volviendo a la arena de la consultoría, quiero compartir algunas reflexiones en voz alta. Quizá me lleven varios posts, pero para eso está este blog. Por cierto, ya sabéis que le haremos un lifting en breve.

En esencia debo decir que no veo cambios. Imagino el trabajo de consultoría de una forma muy parecida a como lo concebí allá en 2003. Cierto que ahora vivimos inundados de redes sociales, de excesos comunicativos y de precarización forzosa. Las tarifas incluso han podido caer, como el resto de la economía. Sigo pensando que tenemos que conseguir un abanico de clientes donde prime la confianza y donde mezclemos idiosincrasias. Soy de los que piensa que la mejor defensa para aguantar un chaparrón es disponer los huevos en cestos diferentes. Eso sí, con alguna apuesta estratégica diferencial.

La semana que viene tengo una sesión de trabajo con profesionales de las industrias creativas y culturales para hablar de estrategia. Alguna que otra conversación al respecto ya he mantenido con Alberto Etxeandia en nuestra Cicloextremeña, no creáis. Siempre pienso en la estrategia como resultado y como proceso. Y visto el panorama, ese del que siempre decimos que es turbulento, creo que conviene apostar a ambos números. Conviene explicitar cómo queremos llegar y de qué forma. Luego ya se verá si el tiempo nos da o nos quita la razón, pero hay que anticipar el futuro. Sin la rigidez de un único destino, admitiendo el principio de equifinalidad: se puede llegar a la meta a través de diferentes rutas. Importa el convencimiento con que emprendamos el camino y la cintura para variar el rumbo según aparezcan dificultades, previstas o imprevistas.

Si miro a la consultoría de 2018, sigo pensando que debe ser artesana: comprometida y orgullosa de lo que hacemos. Hay que jugar con limpieza y aportar lo que sabemos. Pero también sigo pensando que debe ser en red: hay que recurrir a quienes nos pueden ayudar cuando nuestro conocimiento es limitado. Por eso hay que tejer red. Y no solo para proyectos concretos, sino como filosofía de trabajo: nuestra competitividad depende de la calidad y cantidad de conexiones que establezcamos. Sí, en algo tenemos que especializarnos pero eso no debe impedir que alrededor encontremos conocimientos que complementan lo que aportamos y que añaden valor al producto o servicio que entregamos.

Como consultor soy yo y mis circunstancias. Quien me contrata sabe que allá va mi tiempo, lo que sé y lo que no sé, mi convencimiento por ayudar en todo lo que pueda, como profesional. La química sigue siendo importante. Me importa hacer química con los clientes; algo que sucede de diferentes maneras. Puede tener que ver con la actividad, con la forma, con las personas, con las aspiraciones. La consultoría artesana necesita química porque buscamos algo en parte mágico, que no solo se explica desde lo técnico. La diferencia no se aprecia desde fuera; solo se siente al entrar en contacto.

Al sentimiento hay que añadir perspectiva. Incluso prospectiva. Hay que, también, actuar con lógica. ¿Cuál es la lógica del mercado al que accedemos? ¿Cómo debería ser una composición lógica de clientes? ¿Quiénes son nuestros compañeros de viaje? ¿Dónde radica ese punto exacto que nos diferencia y genera confianza? Quizá más que productos o servicios, nos definen los clientes. Dime con quién trabajas y te diré qué consultoría haces. Pero no importa solo el nombre de la entidad. Hay que hablar de personas, con sus nombres y sus apellidos, de lo que quieren conseguir y de los medios que nos permiten utilizar.

Bueno, es tiempo de repensar lo que hacemos. Es tiempo de pensar que quiero ser de mayor 😉

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4 comentarios

Juanjo Brizuela 09/04/2018 - 08:19

Veo que vamos retomando conceptos que creo debemos revisar.
Me ha gustado lo de la «química», tan necesaria para el desarrollo de proeyctos con los clientes así como en esa red que mencionas. La extendería incluso a la palabra «empatía» como una de las primeras premisas en nuestro trabajo junto, con y para nuestros clientes. Ponernos en su lugar, comprenderle para después poder actuar como si fuéramos él/ella.
Estaremos atentos. Y aquí estaremos 😉

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Julen 13/04/2018 - 11:15

Ya lo vamos hablando, Juanjo. Ahora que vuelvo con nuevo ímpetu es momento de repensar las cosas y volver a descubrir que seguimos, en ciertos aspectos, anclados al mismo punto en que estábamos. Lo cual no está nada mal. Cosas en las que cambiamos, cosas en las que no.

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Isabel 09/04/2018 - 08:55

Lo del principio de equifinalidad parece casi un pronóstico porque incluso cuando intentas apartarte conscientemente del camino, al doblar cualquier curva te vuelves a encontrar con aquello de lo que pretendías escapar. Igual es que hacía falta un poco de oxígeno.
En mi caso, ahora que me empiezo a considerar una aprendiza avanzada en otros ámbitos de mi interés me sale, aunque no quiera, el espíritu de consultora que llevo dentro. A lo que doy más vueltas ahora es al «cómo y con quién» de la red. Pero sí, siempre en red. 🙂

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Julen 13/04/2018 - 11:14

La cabra siempre tira al monte 😉

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