14- Cuacos de Yuste – Plasencia #Cicloextremeña

by Julen

Etapa en Strava.

Cuacos de Yuste se ubica en la comarca de la Vera, la del pimentón, que, por cierto, lo hay dulce, agridulce y picante. La recogida se realiza a principios de otoño, principalmente a mano, según lo que he leído, y después se ahuma en secaderos removiéndolo a diario antes de pasar a la molienda, el proceso final. Por mi parte en el hotel rural Abadía, que es donde estaba hospedado, me han reglado una cajita de pimentón dulce. Muy maja esta gente. Nota: párrafo dedicado al de la bachata. Más información. 😉

El pueblo vive, además del pimentón, al amparo de su palacio-monasterio, la típica humilde morada del colega Carlos I de España y V del Sacro Imperio Romano Germánico tras su abdicación, que hoy forma parte del llamado patrimonio europeo. Conste que yo siempre lo estudié de jovenzuelo por su versión corta: Carlos I de España y V de Alemania. Pero ahora, según parece y tras sesudas revisiones históricas, lo de Alemania quedaba muy light y ha habido que emperifollarlo un poco hasta dejarlo mucho más mono: Sacro Imperio Romano Germánico. Donde hay caché se nota, ¿verdad? No iban a reparar en gastos quienes querían restaurar el imperio carolingio de allá por finales del siglo X.

Bueno, a lo que iba, que aquí pasó el chaval sus dos años últimos años de vida, de 1556 a 1558. Decidió, ya en su paso previo al otro barrio, dedicarse a la vida monástica y, claro, como el monasterio antiguo se le quedaba corto, hubo que hacer la típica remodelación al estilo palacete Pedralbes. No me refiero a los presuntos fraudes diversos, sino a darle más aire real. Que no, que no, que el sitio guarda cierta austeridad, no os vayáis a pensar. No se le fue la olla como al cuñadísimo. Así que Carlos I de España y V de Alemania, perdón, del Sacro Imperio Romano Germánico, podía asistir a los oficios religiosos desde la litera de su dormitorio, que se lo habían alicatado junto al coro. El pobre hombre andaba fatal de la gota, la típica enfermedad de desnutridos. Seguro que vio más de una vez las estrellas, fuera en trance o por el típico golpe contra la puta esquina de la mesa, con perdón. Al final cascó y tira para el Escorial, que allí están los colegas, cada cual con su panteón. Dios los cría y ellos se juntan.

Por lo que me he enterado, el actual monasterio ha resucitado de la mano de unos padres paulinos polacos porque se ve que los jerónimos, los antiguos moradores dedicados al silencio y la oración, se dieron el piro para reagruparse allá por Segovia. Así que ahora Pawel Stepkowski, según he leído, anda al frente del monasterio. Bueno, Pablo para los amigos. Cosas pasan. Esto de los polacos y su fe católica, apostólica y romana tiene su miga.

Hablando de las cosas de pedalear, ayer sentí cierta flojera desde que salí por la mañana. No sé muy bien a qué achacarlo. Desde que comenzamos la ruta no había tenido esa sensación. Quizá aprieto demasiado en las zonas llanas, no sé. A ver qué tal se da esta penúltima etapa, que es más corta que las anteriores y básicamente se resume en subir un puerto y bajarlo, con mucha carretera de por medio.

La etapa hasta el Alto de Piornal es preciosa. Primero se sube por el monasterio y luego a través de una carretera que zigzaguea con vistas hacia la llanura y conduce hasta Garganta de la Olla. Tras callejear un poco y pasar por su ajetreada plaza comienza la subida al Alto de Piornal, 700 metros de desnivel que se hacen muy llevaderos a través de un entorno repleto de agua que se precipita en forma de mil pequeñas cascadas y arroyos. El ascenso no presenta grandes rampas y resulta muy entretenido. Casi arriba del todo un potrillo se me acerca y charlamos un rato. Curioso el animal, con lo asustadizos que suelen ser.

Como decía, piano piano, hemos ido subiendo hasta coronar el puerto y, tras dejar atrás el pueblo de Piornal, entrar en el Valle del Jerte (mañana le dedicaremos algo más de espacio al impresionante cerezo en flor) por el que descendemos hasta Plasencia a la que llegamos bordeando su pantano, que estanca las aguas del río antes de desembocar en el Alagón.

Este primer contacto con el valle de los archifamosos cerezos me ha dejado un poco frío. Esperaba una explosión de color mayor de la que he podido ver. Supongo que hay que acertar con el momento preciso. A ver mañana qué tal, aunque anuncian lluvia, lo que siempre desluce un poco el paisaje. No obstante, en la bajada he parado unas cuantas veces para hacer algunas fotos. Los más floridos los he visto, curiosamente, en un pueblo llamado Casas del Castañar.

Finalmente hoy de nuevo me he sentido bien de forma física. Será que ayer me tocó el día tonto de la serie. He aprovechado que aquí en Plasencia hay tienda de bicis para que me ajustaran el cambio porque me estaba dando guerra. En rutas en las que tenemos barro y agua siempre acaba pasando. Así que hemos pasado por manos profesionales para que la transmisión vaya fina.

Bueno, esto se va acabando. Mañana pedalearemos la última etapa, que, por cierto, presenta la subida con mayor desnivel de toda la CicloExtremeña. Serán más mil metros desde Plasencia hasta el Puerto de Honduras para hoyar la cima Coppi de la ruta a 1.433 metros de altitud. Y, cómo no, la primera parte nos llevará de nuevo entre cerezos en flor.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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2 comentarios

Alberto 06/04/2018 - 17:59

Es que leyendo tu post diario se aprende un montonazo…

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Julen 07/04/2018 - 16:46

Ojo, que luego hay examen

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