13- Castañar de Ibor – Cuacos de Yuste #Cicloextremeña

by Julen

Etapa en Strava.

Paseando por la parte alta de Castañar de Ibor, a excepción de la plaza donde se ubican la iglesia parroquial, el ayuntamiento y el hogar de pensionistas y jubilados, lo demás, con perdón, es un desastre. Qué profusión de edificios a medio rematar con fachada de ladrillo a la vista. Daba la sensación de haberse quedado todo manga por hombro. En general, una sensación de pobreza y abandono generalizado. Ya lo siento, pero así me pareció.

Como en tantas otras ocasiones, la vida se organiza en estos pueblos alrededor de la carretera. Allá se suceden los bares y los comercios. En la parte antigua, nada o casi nada. Eso sí, Castañar de Ibor cuenta con una particularidad: una cueva y su correspondiente centro de interpretación. Según parece, contiene una ornamentación interior espectacular a base de «espeleotemas que tapizan los techos, paredes y suelos de sus salas y galerías». Además, «el aragonito y la calcita, teñidos a veces por los óxidos de hierro y de manganeso, proporcionan un auténtico espectáculo de formas y colores». Pues será en una próxima ocasión. Anotado queda.

Volviendo a las cosas de las rutinas del viaje en bici, menudos inventos hay que hacer para lavar y secar la ropa… y las botas. Menos mal que a estas alturas de año todavía hay calefacción. Esto simplifica el secado, siempre que se pueda aproximar la ropa o lo que sea a la fuente de calor. Con la extensión de los aparatos de aire acondicionado, normalmente situados cerca del techo, hay que hacer alguna que otra filigrana. Pero ya nos buscamos la vida, no os preocupéis.

La etapa de hoy, de casi 100 kilómetros, ha tenido tres partes bien diferenciadas: una primera siguiendo el curso de un río encajado entre montes, una segunda que nos ha llevado de nuevo a tierras llanas y a atravesar el enésimo embalse, en este caso el de Valdecañas sobre el poderoso río Tajo, y, finalmente, una última parte de nuevo por zona de sierra con los montes nevados del Sistema Central como espectacular telón de fondo.

La salida ha sido bastante problemática. Se bajaba hasta el río Ibor para seguir su cauce por un camino paralelo que circula por su margen derecha. Nada más entrar en la pista ha habido que saltar una cancela porque estaba candada, luego el camino se perdía entre la vegetación ribereña y he decidido subir hasta un olivar para patear un rato y volver a saltar por encima de un vallado con alambrada para bajar otra vez hacia el río. Menos mal que no he sido el único que había pasado por allí porque estaba un poco derribada en un punto concreto de tanto pasar gente. Luego la pista va mejorando y se sigue sin problemas.

Se abandona el cauce al llegar a La Avellaneda, que son apenas cuatro o cinco casas. Viene una subida de desniveles considerables hasta conectar con la carretera. Debería haber cogido despues un desvío por una pista a la derecha pero la cancela tiene un candado y un aviso de una empresa de vigilancia. Ale, para Bohonal por carretera y luego por pistas hasta Navalmoral de la Mata con los montes nevados cada vez más cerca. Ah, y el imponente paso junto a «Los mármoles» de Augustobriga, ruinas de la que fue una ciudad romana que hoy quedará bajo las aguas del embalse.

Por cierto, ha habido que cruzar la A5 poco antes de la villa de Navalmoral de la Mata y rodar a su lado un tramo. Con la bici te sientes un enano ante esas vías de alta capacidad diseñadas para canalizar el supuesto progreso en materia de transporte. No somos nadie ante semejantes avances de la ciencia. Ejem. Pedalada a pedalada, sin consumir ningún tipo de combustible fósil ni ayudados (de momento) por la asistencia al pedaleo de un motor eléctrico. Todo llegará, tiempo al tiempo. El caso es que Navalmoral es una señora villa, que ha ido ganando población con el paso de los años a diferencia de lo que es norma en muchos otros pueblos de menor entidad.

Entre Navalmoral y nuestro fin de etapa quedaba Talayuela. Para llegar a este pueblo nos adentramos en una preciosa dehesa en la que hay que pasar por una zona de ganado bravo suelto, anunciada con unos carteles bien explícitos. Había una manada de unas 50 reses que intimidaba un poco. El comportamiento de este tipo de ganado es completamente diferente al de las vacas, que son todo paz y tranquilidad. Los toros, en cambio, se han mostrado nerviosos y han echado a correr todos agrupados. Y así hemos llegado a Talayuela. Avituallamiento sólido y líquido.

Justo al salir del pueblo y previo a cruzar el río Tiétar, la ruta nos ha conducido hacia una zona de pinares. Siguiendo la ruta hemos circulado un rato junto al canal del Tiétar en la última zona llana antes de entrar en la sierra. El final de etapa nos brinda dos buenas subidas, la primera entre pinos y la segunda entre robles y sus clásicos mosquitos, ya para acceder a Cuacos de Yuste. He aprovechado para subir hasta el monasterio y visitar también el cementerio alemán antes de entrar en el hotel.

El pueblo es la capital administrativa de la comarca de La Vera, pero sobre todo la conocemos porque para acá se vino Carlos I de España y V del Sacro Imperio a retirarse tras pasarle los bártulos de mandamás del chiringuito a su hijo Felipe II. Para quienes andamos en bici de montaña también nos suena por su bastante conocida ruta de Carlos V, que va desde Laredo hasta Cuacos de Yuste en 24 etapas, de acuerdo con el que fue su recorrido entre septiembre de 1556 y febrero de 1557. La dejamos anotada para una próxima ocasión, aunque digo yo que nos llevará menos de esos cinco meses que se metieron entre pecho y espalda el rey y su comitiva. Eran otros tiempos, sin tanta prisa como la que nos invade hoy.

Bueno, pues esto ha sido todo por hoy, amigas y amigos. Mañana la penúltima.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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