A qué decimos que no en la consultoría artesana

by Julen

Otra de las reflexiones con la que intentamos dinamizar la primera sesión de estrategia en el programa KSI Berritzaile tuvo que ver con explicitar a qué decimos que no en nuestros proyectos empresariales. En gran parte la estrategia tiene que ver con ciertas apuestas que, desde otro punto de vista, se pueden formular como renuncias. El ejercicio no es fácil porque la asertividad nos coloca en una tesitura complicada, sobre todo, si de por medio hay facturación. Como ya nos explicó en su momento Groucho Marx: «estos son mis principios; si no le gustan, tengo otros». Sí, decir que no es en gran parte un compromiso con unos valores que están por encima de las contingencias del momento, pero… no es tan fácil mantenerse fiel a lo que se piensa.

Siempre decimos que el entorno es turbulento. Creo que cuando estudiaba Psicología de las Organizaciones allá por la década de los 80 del siglo pasado ya estaba la palabra de moda. Hoy aquellas turbulencias han entrado en un claro proceso de centrifugado. Todo se revuelve, disconforme con lo que es porque nos han dicho que, si no innovamos, nos vamos al hoyo.

En la sesión de la que hablo en KSI Berritzaile la ronda de intervenciones dio pie a decir que no: a cierto tipo de personas tóxicas, a cierto tipo de cliente, a unas maneras de conseguir proyectos, a no caer en la tentación de que el proyecto entre a cualquier precio. Yo iba escuchando, lo anotaba en la pizarra y trataba de reformular. ¡Qué difícil es decir que no!

En la consultoría artesana, repasando mis convicciones, me quedan claras estas cinco renuncias. Decimos que no:

  1. A clientes con los que no hay química. Un cliente es un tesoro y vivimos de crecer en sintonía con ellos. Si no hay química, el proyecto se desvirtúa.
  2. A ser «subcontratado» por la típica empresa grande de consultoría que trabaja añadiendo recursos baratos sacados del cajón de los freelance. La mayor parte, claro está, con condiciones leoninas.
  3. A proyectos en los que no haya transparencia hacia el colectivo afectado. Vale, es cierto que la transparencia tiene grados. Pero no creo que tenga sentido trabajar «a espaldas» de la gente que protagonizará lo que resulte del proyecto.
  4. A facturar actividades que claramente no hemos realizado. Otra vez no se puede aplicar la distinción blanco/negro. Los conceptos pueden solaparse, pero mejor lo formulamos de esta forma para que, llegado el caso, nos acordemos de quiénes somos, lo que hacemos y lo que no hacemos.
  5. A entrar en dinámicas de trabajo seriado y repetitivo. Es cierto que podemos repetir formaciones o incluso tipos de proyecto, pero cada caso, cada cliente, es diferente y no podemos aplicar la misma regla para todos los casos. Algo habrá que deba hacerlo especial. Para la entrega de proyectos en serie ya hay otro tipo de oferta.

Sí, cuesta explicitarlo: qué es aquello a lo que decimos que no. Pero las renuncias nos definen. Así que conviene afinar el lápiz y hacer el ejercicio. Esto también es estrategia, no hay duda.

 

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