Sin tiempo que perder

by Julen

clock

Pequeño, cada vez más pequeño. El tiempo encoge, preso de la ambición. Ni un minuto que perder, cada momento exige una vivencia plena. No hay marcha atrás. Los tiempos modernos exigen celeridad y urgencia. El reloj se vuelve un enemigo al que batir. Pero él sabe que tiene las de ganar, hagas lo que hagas.

La esperanza de vida aumenta. El tiempo se estira como nunca antes. Años y años. Sin embargo, ese logro cae por la pendiente de unas extrañas ansias: vivirlo todo, vivirlo a todas horas, vivirlo en toda su plenitud. Y caemos en la trampa. No hay momento para desperdiciar, no hay momento para perder el tiempo.

Cada instante necesita su dosis de épica. No hay hueco que deba quedar libre. A cada paso un nuevo reto que justificará ese instante siguiente. ¿Quién no quiere dejar huella? Sea como sea, hay que conseguir atrapar cada minuto de esta existencia. No podemos dejar correr el aire. La tensión es parte de la escena. El guión no admite escapatoria.

Frente a un tiempo que fue, se impone el instante presente. El futuro, por incierto, solo merece un ligero aliento. Por eso, el presente se repliega sobre sí mismo. Atrapa el reloj y juega con hacerlo recurrente para la posteridad. Los segundos avanzan, el tiempo se acaba. Fue inmenso, pero hoy se ha convertido en una cárcel con paredes de cristal. Fuera y dentro; no importa, son las dos caras de la misma moneda. Por favor, no pierdas más el tiempo.

La imagen es de Caetano Candal en Flickr.

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