¿De quién son las empresas?

by Julen

Supongo que la forma jurídica es lo primero que viene a la cabeza para intentar responder a la pregunta. Una sociedad cooperativa será propiedad de sus socias y socios. Una sociedad anónima de sus accionistas. Una empresa pública será propiedad de la administración correspondiente. Ya, desde este punto de vista todo parece muy simple. Pero, ¿de verdad esas son las respuestas? ¿Es una cuestión de ver quién ha colocado el dinero y asunto resuelto?

¿Una empresa debería ser, sobre todo, propiedad de las personas que en ella trabajan, independientemente de la relación contractual que mantienen con ella? Desde un punto de vista de «proyecto» así parece que debería ser. O, al menos, así lo parecía. Quizá haya que reformular la pregunta para intentar dar con la respuesta: ¿para qué existe una empresa?

Hoy la gestión avanzada suele utilizar el enfoque de la triple bottom line. Traducido al cristiano, nos viene a decir que una empresa está para ganar pasta, satisfacer las expectativas de los stakeholders (por extensión la sociedad en su conjunto) y promover la sostenibilidad del medioambiente en su más amplio sentido. Todo esto se traduce en la famosa responsabilidad social corporativa, esa de la que se suele presumir.

Estos tres para qués necesitan, desde mi punto de vista, todavía otra pregunta por detrás, de mayor alcance: ¿la empresa es un fin o un medio? Quizá la lógica te conduzca rápido a pensar que es un simple medio para generar riqueza. Y piensa en riqueza con la mente más abierta de que seas capaz. ¿Es siempre un medio?

Todo esto tiene que ver con la manera en que la sociedad contemporánea muta valores. Frente al largo plazo y los grandes objetivos, hoy bastante cuesta sobrevivir. Importa más el acceso que la posesión, importa más el ahora que lo que vendrá mañana. La empresa de toda la vida se startupiza, valga el palabro. Como medio para un fin, este puede ser que alguien nos compre porque se dé cuenta de que puede hacer negocio. Es un simple juego, es la gamificación del antiguo sentido noble de hacer empresa.

Al margen quedan las grandes empresas, esas del IBEX 35, deshumanizadas y monstruosas, pero a la vez cargadas de filantropía capitalista, memorias de sostenibilidad y anuncios que quieren llegar hasta tu corazón. Las empresas del IBEX 35 son, cada vez más, de oscuros fondos que escapan a la ley de la ciudadanía de a pie. Las grandes empresas son de otro mundo, de un mundo alegal, regido por normas donde tú y yo somos basura. Perdón, quise decir, usuarios a los que cuidar y satisfacer en sus necesidades. Pues eso, basura disfrazada de clientes.

¿De quién son las empresas? Vaya usted a saber. Deberían ser de quienes se las trabajan para sacar adelante sus vidas y las de los suyos. Ya, no se rían de mí. Ya sé que ando un poco fuera de honda últimamente. En fin, por si no escribo estos días, que les venga bonito 2018. ¿De quién son las empresas? Vaya preguntas con las que se anda este tarado…

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5 comentarios

David Sánchez 30/12/2017 - 08:39

Hola Julen,

en mi humilde opinión, las empresas serán de aquellos que ponen la pasta en ellas para que puedan funcionar. No sé si será capitalismo extremo o simple sentido de la propiedad.

Otra cuestión es como se gestione, en su sentido más amplio, la vida de la empresa (su propósito, sus valores, la relación con los clientes y empleados,…). Y creo que aquí puede ser donde «la matan». Me explico.

Con un propósito exclusivamente financiero, la empresa será gestionada con el fin de ser rentable a costa de cualquier cosa. Adiós, entonces, a muchas de las cosas que comentabas.

Con un propósito más amplio, la empresa se podrá gestionar teniendo en cuenta otros aspectos, a priori, menos resultadistas en el corto plazo pero imprescindibles para la salud de la empresa: organización abierta y flexible, relación humana con las personas, sentido de la efectividad, alineación de valores y propósito de las personas,…

En fin, es mi opinión desde la barrera…

Un abrazo y feliz 2018
😉
David

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Julen 30/12/2017 - 17:43

«La tierra para el que la trabaja», decía Emiliano Zapata a principios del siglo XX. Y seguimos igual. Es una reivindicación básica aunque mucho más complicada en el caso de las empresas. Hay culturas y culturas en torno al trabajo y a la relación de los humanos con él. Entender la empresa solo en su faceta económica: una vía para que quienes han colocado dinero en ellas ganen pasta nos lleva a un trabajo peligrosamente alienado. No sé, supongo que llevas razón en cuanto a la generalidad de lo que se observa pero pudiera ser que haya pelearse por algún imposible, ¿no? 😉

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pere losantos 31/12/2017 - 10:09

Julen, no sé de quién son, pero sí que sé para qué deberían servir, para mejorar el mundo. Un posicionamiento tan romántico y fuera de honda como el tuyo. Hoy leía sobre el proyecto https://quetequieroverde.es/, en La puebla de Fantova, Huesta. Resucitar a un pueblo de montaña a través de la comercialización de un tomate ecológico local y con economía local. Las pequeñas cosas. La empresa tendrá una propiedad, pero todas las personas que han contribuido a ponerla en marcha de una manera u otra se sienten vinculadas a la misma.

¿Se podrá ser propietario emocional de una empresa?

Si te interesa puedes mirarte el timeline, es un impresionante ejemplo de iteración y de prueba y error, incluyendo una helada al estilo de «The Martian».

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Isabel 28/01/2018 - 16:20

«startupiza» tiene un cierto parecido fonético con «estupidiza». Y quizá no sólo fonético… Me quedo el palabro.

De cueva a cueva, y aunque este año ya no es tan nuevo, mis mejores deseos también. Recobrar las conversaciones en esta casa, es uno de los míos 🙂

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Julen 30/01/2018 - 19:12

Jeje, yo también a ver si ya por fin salgo de la cueva de la tesis doctoral 🙂

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