El Hierro: turistas, los justos

by Julen

El Hierro

Diez días en El Hierro, después de cuatro años sin ir allí, han servido para ver la isla con cierta perspectiva. Desde 1995, primer año en que aterrizamos, hasta hoy, mucho ha cambiado. De entrada está el túnel que une los dos núcleos principales de población sin necesidad de subir hasta la cumbre para ir de uno a otro. La isla no es igual con o sin túnel. Atrás también parece que quedaron los intentos por instalar un radar militar, menos mal. Tampoco hay que olvidar el fenómeno que colocó a la isla de El Hierro en los telediarios en fechas no muy lejanas: el volcán submarino que entró en erupción en 2011 después de un tremendo enjambre sísmico y que, casualidad, nos pilló en la isla.

Hoy El Hierro presume de ostentar la calificación de Reserva de la Biosfera desde enero del año 2000 y de pertenecer a la red global de Geoparques de la UNESCO desde 2014. Además, es bien conocido su modelo de producción de energía eléctrica que busca autoabastecerse a partir de la combinación de un parque eólico y una importante instalación hidroeléctrica, gestionado todo ello por Gorona del Viento, una visita muy recomendable. Sí, la isla, es evidente, ha evolucionado mucho desde aquel lejano 1995 de nuestra primera visita.

Un motivo de conversación en estos días es la reducción de los precios de los billetes de avión interinsulares. Desde la península llegar hasta El Hierro no es tan fácil ni tan barato. En nuestro caso es muy habitual que sea más caro el viaje de Tenerife Norte hasta El Hierro, que el que nos trae de Bilbao a Tenerife Norte. Además, siempre ha habido quejas respecto a las conexiones marítimas, demasiado escasas. Una isla a la que no puedes llegar con facilidad garantiza, no hay duda, un futuro más bien negro.

Dicho todo lo anterior, para quienes venimos de fuera, uno de los grandes alicientes es, en todos los sentidos, su contenida dimensión. La isla es pequeña, cuenta con poco más de 10.000 habitantes entre sus tres municipios: Valverde, La Frontera y El Pinar. La oferta de alojamiento y restauración es limitada de acuerdo con esa población. Y, sin embargo, la isla entera parece sensible siempre a recibir gente de fuera, quizá porque saben que, si no hay actividad económica que genere riqueza, tendrán que emigrar, como ya sucedió en otras épocas y con extraordinaria dureza.

Supongo que todos los esfuerzos deben ir en la línea de conseguir un determinado tipo de turista y en una cantidad suficiente, nunca excesiva pero tampoco tan escasa como para que los negocios mueran. Ahora mismo la isla cuenta con una infraestructura turística que, para quienes no veníamos en cuatro años, ha crecido y se ha modernizado. Un buen ejemplo es la oferta de visitas a centros de interpretación mediante lo que denominan el «pasaporte«. Por menos de veinte euros permite el acceso a: Poblado de Guinea y lagartarioTubo Volcánico de Guinea, Mirador de La PeñaMuseo Etnográfico Casa de Las QuinterasCentro de Interpretación de la Reserva de la Biosfera, Centro de Visitantes de El JulánÁrbol Garoé, Centro de Interpretación Geológica y Centro de Interpretación Vulcanológico. Todos ellos imprescindibles si quieres entender qué es esta isla.

En mi caso particular, he encontrado también una oferta que no existía hace cuatro años: se puede alquilar bicicleta de montaña e incluso eléctrica: Yahe Aventuras, mtb-active.com y VeloHierro. Por fin he podido subir en bici de montaña a Malpaso, la cumbre de la isla a 1.500 metros. Antes hubo también oferta de alquiler pero mucho más limitada y casi clandestina, por llamarlo de alguna forma. En cuanto a la oferta gastronómica, también ha crecido, y hemos encontrado más gente ocupando mesas que en ocasiones anteriores. Desde nuestra óptica, se observa progreso de cara al visitante.

¿Por qué el título del post? También ha llegado la oferta de alojamiento turístico de particulares. Una variable que puede hacer caer los precios de la oferta «tradicional». ¿Oferta y demanda?, ¿leyes del mercado? Supongo que sí, pero mira que en equilibrios tan frágiles como los de este tipo de territorios, genera cierta inquietud. Lo hemos dicho muchas veces en este blog: esa capacidad excedentaria de la ciudadanía de a pie resulta muy golosa de ser transformada en un ingreso adicional. Así de simple es su poder. Claro que para quien pretende «gestionar» qué tipo de visitante se quiere traer, la previsión se complica. Lo lógico es que viniera más turismo de otras islas: ahora hay una oferta más barata tanto para viajar como para alojarse. El tiempo dirá qué sucede con este fenómeno de la oferta de particular a particular. El Hierro no queda ajeno a estos nuevos fenómenos.

En fin, ya que hemos estado allá diez días, bien se merecía la isla un breve artículo para ponerla en valor. No somos neutrales. Si hemos vuelto allí tantas veces es porque algo hay que nos engancha. Como visitantes, pero también como cualquier ciudadano de a pie sensible con el desarrollo sostenible. En lugares como El Hierro quizá más a flor de piel que en otros por su fragilidad. Esperemos que continúe progresando. Y no hay duda, El Hierro queda, por supuesto, al sur de Islandia 🙂

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