19- Quintanaentello-Bilbao #OlvidadoTransKtb

by Julen

La ría de Bilbao

La tarde se puso de nuevo fea. Bajó la niebla y comenzó a lloviznar. El pueblo no era más que cuatro casas a ambos lados de la carretera y daba poco de sí. Lo de pasear, para otro día. Así que hubo tiempo de repasar, al menos por encima, los dieciocho días de ruta. Mañana publicaremos un post de resumen con la valoración: 19 recuerdos de 19 jornadas de ruta. El tren de La Robla nació para fines industriales. Las necesidades de combustible para los altos hornos de la siderurgia vizcaína lo hicieron posible. Pero el tren hullero fue mucho más allá porque sirvió también como medio de transporte para la emigración en los años de esplendor de la economía del Gran Bilbao. En cuatro años, a finales del siglo XIX, se construyó el ferrocarril. Impresionante para la época. En la entrada de la Wikipedia, muy completa, podéis leer más detalles.

Aquí, a apenas cinco kilómetros de Quintanaentello, donde estoy alojado, queda el apeadero de Soncillo. Casi parece ubicado en mitad de ninguna parte. Pero está y ahí sigue. La línea férrea viene de Arija, donde sus minas de arena silícea encontraron una estupenda salida a su producto con el tren. Hoy la etapa se pega al ferrocarril de La Robla, como lo hicimos al venir por el Camino Olvidado hasta Ponferrada. No tengo prisa alguna por llegar pero la orografía juega a nuestro favor para que los kilómetros pasen rápido. Es, además, terreno conocido. Pues nada, sin prisa.

¿Sin prisa? Ni me enteré y ya había llegado a Villasana de Mena. Casi sesenta kilómetros en un suspiro, con la pendiente casi siempre de nuestro lado. Qué diferencia con esas etapas de puertos largos, pistas complicadas, senderos técnicos u otras trampas al pedaleo. Había pensado parar en Espinosa pero estaban montando una feria de la miel de brezo y había un jaleo considerable. Así que, ya puestos, nos hemos bajado a Villasana de Mena desviándome en Paradores y pasando por Villasuso y Vallejo. Sí, todo ello de Mena. Por supuesto. Es terreno por el que ya he pedaleado, próximo al nacimiento del Cadagua, un lugar con encanto.

En el café Royal Plaza me he pedido, sano yo, un zumo de naranja y un pincho de tortilla. Resulta que las hacen al momento y de lo que uno quiera. Qué nivel, Maribel. Metido dentro de una terraza acristalada junto a la carretera se estaba entretenido escuchando las conversaciones. Casi todas de gente de Bilbao. Y enfrente el Ayuntamiento con su pancarta reivindicativa contra la central nuclear de Garoña. Parece que hemos ganado.

Mirando las previsiones del tiempo veía que a partir de Balmaseda daban lluvia. Nada exagerado pero comparando con el solete que empezaba a aparecer por Villasana me generaba una pereza considerable coger la bici de nuevo. Venga, un té y luego salimos, ¿vale? Vaaaaale.

Entramos en Balmaseda. Otra parada técnica. ¿Quiero terminar? No sé, supongo que sí. Acabar algo es el principio de pensar en nuevos proyectos. ¿Cuál será el siguiente? Tiempo al tiempo.

Miro la bici, que está aquí enfrente. Se ha portado. A estas alturas de la película llevo unos cuantos ruidos encima pero ya le daremos mimos al llegar a casa. Creo que tengo que regular suspensiones y que tendrá que pasar por el hospital para una cura de reposo. Los cables de entrada al cuadro siguen dando guerra, pero son cosas ya sabidas en la Orbea Oiz de 2015. Mira que maltratamos a estas máquinas. Creo que no había hecho bajadas tan salvajes como las de esta ruta. Y ahí está, aguantando el tipo.

Otro tramo más y nos vamos acercando a nuestro fin de etapa en Lutxana. El día ha aguantado. Hasta llegar a escasos diez kilómetros del final. Comienza a llover y decido hacer una última parada. Estoy en Alonsotegi. Busco un bar para comer algo y dejar pasar el rato de lluvia. La casualidad quiere que tengan expuesta una putxera ferroviaria. Me explican que hay unos chicos que las fabrican por encargo. La conversación con los otros dos parroquianos que están tomando algo enseguida toma forma: cuál es la mejor manera de hacer unas alubias en ese invento. Quien más quien menos lleva un Argiñano dentro y lo demuestra en cuanto puede. Yo me presto a catar la comida si hace falta.

Parece que deja de caer sirimiri. Ale, a terminar lo empezado. Pues vaya, qué manera más tonta de calarme. De sirimiri hemos pasado a lluvia de verdad.  Una bonita forma de volver a tomar contacto con la margen izquierda del Nervión. Espero de nuevo a que amaine. Enseguida llegamos a la estación de Lutxana donde se puede leer: Ferrocarriles de La Robla. Aquí terminaba el viaje de la hulla y de quienes lo cogieron para emigrar. Aquí termina mi viaje.

Me vuelvo poco a poco para Bilbao. Cruzo el Cadagua y llego hasta la ría entrando por Olabeaga. Caen algunas fotografías. Me tomo un té en el bar del Museo Marítimo. Y a casa. Fin del viaje. Hasta la próxima.

Estación de Lutxana

El Cadagua cerca de su desembocadura en el Nervión

Camino de Soncillo al amanecer con la luna detrás

La putxera ferroviaria en un bar de Alonsotegi

Entre Noceco y Montecillo, cerca de Espinosa de los Monteros

Distancia: 111,74 kms. Tiempo de pedaleo: 4h 57min. Desnivel acumulado: 687 m.

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Fotografías de la ruta cargadas en el álbum de Flickr.

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2 comentarios

Nick 08/08/2017 - 19:57

Qué pena! Hemos viajado contigo estas casi tres semanas por esos lugares que tus descripciones han metido también en la «españa vacía», aunque oficialmente, no formen parte de la desolación.
¿Cómo será cuando ya no quede nadie? Hace 1200 años, toda la zona que has recorrido fue un desierto demográfico. Y ahora va camino de serlo otra vez. ¿De donde vendrán los nuevos bárbaros? ¿Querrán vivir en las montañas?
Enhorabuena por este viaje. Hace falta mucha templanza para hacer 25000m. de desnivel.

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Julen 08/08/2017 - 20:52

Gracias. Ya sabes que cada cual disfrutamos de diferente manera. Yo lo hago dando pedales en la bici de monte. Cuando rodamos por esos lugares donde apenas hay gente creo sinceramente que también contribuimos a mantenerlos con vida.

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