Más allá. No me sirve con lo de hoy, con lo de mañana. No me sirve la inmediatez. No como objeto de consumo del ya y el ahora. Necesito perspectiva. Más allá. Me lo repito una y otra vez. Me lo recuerdo a mí mismo porque la presión por el aquí y ahora es brutal.
Más allá. Se ve horizonte. Cielo, nubes. Se ve lejos, hasta donde alcanza la vista. Aquella referencia. Hasta allí puede que lleguemos. O puede que no. Pero el camino se recorre. Está para pisarlo, para rodarlo, para andarlo. Un camino que obsequia e intimida, pero un camino al fin y al cabo.
Más allá está también la imaginación. Lugares por los que aún no he pasado. Pero los imagino. Recreo su orografía, sus colores, sus sensaciones. Imagino olores. Todo a un paso, más allá. Detrás de lo que parece evidente se esconde lo que solo yo imagino. Reconforta saber que soy capaz. Una vuelta al yo niño, no hay duda. Me encojo y vuelo. Todo a la vez.
Por eso insisto. No hay día que pase sin visitar ese más allá. Casi nunca hecho realidad sino tan solo recreado como un pedazo de ingenio. De mentirme y esconderme. De reconocerme vulnerable y escapar por la vía que solo yo conozco. Nadie sabe lo que hay detrás de esa colina. Nadie excepto mi imaginación.
La imagen es de José Mesa en Flickr.
1 comentario
«No hay día que pase sin visitar ese más allá… Nadie sabe lo que hay detrás de esa colina. Nadie excepto mi imaginación». 🙂