El tren

by Julen

Niebla a media ladera
Viejo, moderno, defenestrado, ensalzado. Un tobogán continuo para decidir si merece o no un lugar en este mundo. Pero lo que no saben es que la mejor de las razones anida en sus ventanillas. Ese y no otro es el motivo para abrirle un hueco en el corazón. Porque el tren son vías abandonadas y es una flecha fulgurante hacia el futuro a través del cristal.

La ventanilla lo es todo. Es una sucesión continua de momentos fugaces. Es la imposibilidad de fijar la mirada. Un instante al que siguen otros muchos. La nariz pegada al cristal y una mirada cómplice con algún niño. Vaho para dibujar un corazón. Da igual lo que haya fuera. El cristal lo cuenta todo.

El otro día fuera había niebla. El tren, veloz y sin miedo alguno, la rompía. O al menos lo intentaba. Buscaba su túnel particular en una mañana fría y con el vapor de agua agarrado al suelo. Fuera una quietud sorprendente. Dentro el calor de la comodidad proporcionada por el ingenio humano. El tren seguía su camino escondido en aquel mar de nubes.

No encontré ningún niño. Ninguna niña con la que jugar a ser cómplices. Nadie dibujaba nada en el cristal. Había quien dormitaba, quien trabajaba, quien leía. Había quien vivía preso de sus pensamientos. Yo ya sabía que escribiría del tren. De su olvido y de su presente. Las contradicciones de la naturaleza humana al descubierto.

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