El texto se arrastra ante la imagen. Se sabe en inferioridad. Una imagen vale más que mil palabras. El texto se rinde. Sigue anclado en sus rancias secuencias. Necesita espacio, linealidad, orden. Valores que sucumben ante la algarabía del color y los impactos visuales. Triste, sin apenas alternativa, continúa su camino.
La imagen lo inunda todo. Cautiva, embelesa. Se sabe ganadora y explota sus encantos. A su lado la palabra empequeñece. Una lucha desigual, en medios y en alcance. Nadie tiene tiempo para nada. La imagen robó tiempo al tiempo. Llegó de la mano de los impactos y la persuasión. Llegó hermosa y cautivadora. Nos robó el alma.
Ahora el texto se esconde y deja paso a su majestad la imagen. Tosco, antiguo, rezagado. Sujeto a sus antiguas leyes. Negro sobre blanco. Un texto plano, recurrente, que fluye hacia su final. Siempre su final. La última frase, con la que termina todo. Después el precipicio de la imaginación. A escondidas, arañando atención. El texto muere.
Se ensalza la imagen. La globalidad, el todo, un mensaje que derriba fronteras. ¿No lo ves? ¿No es maravilloso? Solo con una ráfaga de luz. Un momento, un chispazo para detonar sentimiento. Caes rendida. Te sientes apabullada. Colores, formas, sombras, sugerencias. Abres tu libreta y anotas hasta llegar al borde del precipicio. Ahí termina todo.
2 comentarios
Pues mira que te ha hecho falta texto para explicar todo ese tema de las imágenes ;-)… ¡Buen domingo!… gris… y acuoso
Contradicciones…