Sonidos. Ruidos. La diferencia. Pedaleaba y al abandonar el sendero y tocar asfalto, los sonidos daban paso a los ruidos. Las cubiertas se deslizaban silentes y su oído sufría entonces. No podía ser. Solo aquel firme, pensado para un contacto suave y delicado con el suelo, podía producir semejante catástrofe.
Se paró. Otra vez. Inspeccionó el cambio, repasó con la mirada el cuadro, tocó las cubiertas, calientes y sucias. La miró con resignación. Se quejaba al llegar a aquel, que no era su territorio. La bici de monte protestaba en la ciudad. Las sendas, las raíces, las parcelarias, vías de comunicación unidas a la tierra y a las piedras. Sonido puro en contacto con las gomas de las cubiertas.
Montó de nuevo. La bici siguió protestando. Y ella supo que era la forma en que se hacía querer. Los caminos fuera de la ciudad era su hábitat natural.
Nota.- La foto es de Pepe Antonio en Flickr.