No quedaba otra: había que cambiar de planes. La prioridad era buscar un taller de bicis donde colocar una nueva cubierta en la rueda delantera. Como ahora es una fiesta de medidas ya que tenemos 26, 27,5 y 29 pulgadas he preferido llamar antes para asegurarme. Mirando mirando, parece que el taller más cercano quedaba a algo más de 60 kilómetros, en El Molar, pueblo por el que pasaba antes la Nacional 1. Así que en vez de irme a Somosierra he cogido carreteritas camino de mi taller de bicis.
La tarde anterior en Tamajón sirvió para redescubrir el maravilloso mundo de la mosca y el moscardón, igual de pelmas pero más ruidoso el segundo. Por la noche fiesta de mosquitos. También volví a no tener cobertura en el móvil. Flipando estoy con este asunto de Orange, la red que usa Euskaltel. De hacérselo mirar porque Movistar parece que no da problemas.
El pueblo tiene su centro cultural, su pista de pádel, su oficina de turismo, su iglesión y hasta su «área de servicio» con restaurante y supermercado donde venden casi de todo (eso sí, nada de cubiertas ni cámaras de 27,5 jeje). Ah, y su calle de enmedio con casas palaciegas. En invierno 60 habitantes.Y curioso, las calles y plazas no tienen nombre al uso sino que usan el estilo Manhatan: travesía primera, segunda, etc. Cosas que uni ve por la España profunda.
Me he alojado en la casa rural Las Trojes, una maravilla. Allí Teresa, su dueña, me ha contado que hace poco pasó el padre superior de la ruta, el señor Antonio Maíllo. Trabaja en temas de salvamento. Ahora se entiende mejor la ruta que ha diseñado, en defensa de su puesto de trabajo 🙂
El día ha concluido con una buena cena en compañía de una pareja de catalanes que andan de senderismo por la zona y de una abuela y su nieta francesita, además de la dueña de la casa. Agradable de verdad. Un sitio al que volver para hacer la etapa que me pierdo hasta Somosierra o porque sí, a pasear por los famosos hayedos de la zona.
La ruta hasta El Molar han sido algo más de 60 kilómetros por tierras de cereal y rectas larguísimas. Al final de una de ellas he visto entre la típica niebla de contaminación las torres de Madrid. Se hace raro tras tantos días de estar perdido en el monte y en el medio rural. Pero hay que resolver problemas que requieren civilización. Fernando, el dueño de Fifocicles, me ha atendido de maravilla. Hemos cambiado por fin la cubierta delantera y podremos seguir ruta con más tranquilidad.
En la plaza del ayuntamiento, mientras tomaba algo, ha habido también que sujetar con bridas la bolsa bajo el sillín. Las gomas que la sujetan se han roto y era necesario una bricochapuza. Mientras lo arreglaba un lugareño se ha acercado a charlar. Según explicaba, había tenido no sé cuántas caídas de la bici pero así fue como le detectaron a tiempo un eneurisma. No hay mal que por bien no venga.
Solo quedaban poco menos de 30 kilómetros hasta Soto del Real desde donde mañana subiré por pista a la Morcuera para luego dejarme caer hasta San Ildefonso. El calor apretaba pero para las 14h ya había llegado. Y sí, es zona que se ve repleta de urbanizaciones. En un par de días volveremos a la soledad de la ruta. Vaya cambio.
Hoy el GPS también ha fallado y ha dejado en dos tramos la etapa. La suma queda como veis a continuación.
Distancia recorrida: 92,4 km. Tiempo pedaleando: 4h 11min. Desnivel acumulado: 762m.
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4 comentarios
Animo y suerte en la ruta.
Znks!
[…] <<< Etapa anterior | Etapa siguiente >>> […]
[…] los 14 kms/hora fueron las de Tragacete, Taravilla, Robledo de Chavela y Arouca. Por el contrario, la etapa más veloz fue la de Soto del Real, pero esta no debería contar ya que fue en su gran mayoría carretera para conectar con la subida […]