Busca en la imagen recuerdos que escaparon de la cárcel del olvido. A veces, muy raras veces, lo consigue. Un detalle de la fotografía que pasaría desapercibido a los ojos de cualquiera. Pero algo hay allí. Uno entonces se fija de nuevo pero no comprende. Su lógica y la mía circulan por carriles irreconciliables.
La siguiente imagen, sin embargo, es la de la rutina. De nuevo la incoherencia, la desgana o quizá el hastío. Palabras que lo son al azar. Eso al menos parece aunque nunca está uno del todo seguro. Porque cada cual arrastra toneladas de detalles para conformar su sentido particular. Siempre queda la duda.
El cerebro continúa jugando al escondite son sus neuronas. Traviesas, muchas veces se desconectan. Entonces se mofan de ese mundo racional y analítico. Entonces emerge otro universo repleto de casualidades, incoherencias y olvidos. En esos momentos parecería que acontece el colapso total, pero entre juego y juego a veces se reconectan. Y engañan, vaya si engañan.
Una tercera fotografía lo pone aún más complicado. Ficción y realidad en la misma escena. Un juego que se incrusta dentro de otro para aflorar un pequeño delirio. Un momento de reconstrucción que usa materiales imposibles. Esta última fotografía araña la memoria y confunde. Pensativo, lo dejo por el momento. No conviene entrar allí.