Pecados

by Julen

LLOVIÓ
Pecados. O no. Cada cual esconde la razón. El charco espera en calma. Sufrimiento que no lo es. Solo dos pies deciden diferente. Los demás acompañan. ¿Cuál es la causa? ¿Es el corazón?, ¿la cabeza? ¿Acaso es un porque sí?

Una vez al año, nada más. Solo entonces los pies cargan con la culpa. Hacia allá se dirigen todos los remordimientos. Como autómatas, aceptan. Y forman parte de la liturgia. Una música que rebota contra el suelo y contras las paredes. Rebota y se vuelve hacia dentro. El cielo, lejos. Los pies al compás.

Cada procesión es un agujero en el tiempo. No hay principio ni final. Es lo que hay que hacer. Fe. O lo que sea. Tradición. No hay razones. Los pies van al frente. Conocen el camino de memoria. Cada año queda de nuevo grabado. A base de pequeñas heridas. Cada año una muesca.

En cambio, el charco no es tan habitual. Ahí en ese momento ya pasó el peligro. Quedan los restos de la tormenta. Agua encharcada. Pecados presos que solo consiguen escapar por los pies. Humanos para todos los gustos, desde luego.

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