Supongo que tiene sentido. Que está aquí por algo; que, sin más, avisa. Pero su estridencia sorprende. A pesar de que ya nos conocemos. Después de la primera andanada uno siempre hurga en el pasado inmediato en busca de la razón. Pero no hay nada que hacer. Ha llegado para quedarse durante unos días. Como otras veces. Viejos compañeros. Nos respetamos.
Uno se imagina sus mil caras. Lo ve moviéndose inquieto y juguetón a la velocidad del rayo. Pero también detenido en un punto concreto. Agazapado, a la espera de que le den paso. Se sabe con la fuerza de una energía superior, un combustible único e irrepetible.
Los fármacos envían como siempre a su pequeño ejército, pero es una batalla desigual. Lanzan a sus tropas en oleadas, útiles en ciertos momentos. Pero la moral va decayendo. Solo el tiempo volverá a dejarlo todo en su sitio. El tiempo acordará con el dolor una tregua. Nunca se sabe lo que incluye la negociación. Eso sí, volverá. No hay paz definitiva. El dolor se reivindica. Solo se permitirá otro descanso.
Quizá el dolor nos hace humanos. Sentirlo es parte del contrato. No hay manera de evitarlo. Por eso, compañero, de acuerdo, tu ganas por unos días. En breve me pongo manos a la obra con las negociaciones. Espero tus exigencias. Hasta pronto.