La propiedad del trabajo, del capital y del conocimiento

by Julen

Andamos estos días dándole vueltas a la propiedad en el Máster de Economía Social y Empresa Cooperativa de Mondragon Unibertsitatea. Sí, ese en el que estoy como alumno y donde ando sufriendo los rigores de un torrente de actividades que me tiene, la verdad, un poco mareado. Si supierais cómo arde mi cerebro todos estos días a primera hora de la mañana, leyendo, contestando en foros, ordenando ideas… En fin, lo hacemos porque queremos 🙂

Entre tanto contenido al que le ando dando vueltas, hay uno que me ha interesado sobre manera. Tiene que ver con la propiedad, algo nuclear del modelo cooperativo: el sentimiento de «apropiarse» de unos determinados recursos pero también el de sentir muy dentro un proyecto se vincula, de una u otra forma, con la posesión. Eso quiere decir que «poseer en propiedad» se entiende como un gran medio para desarrollar una conexión profunda con lo que hacemos. Al «apropiarnos» nos «comprometemos».

Pero la propiedad manifiesta ser un concepto con muchas aristas. A partir de un cuento que nos han propuesto y en el que se juega con la idea de propiedad, uso y venta, emerge algo muy evidente: cada cual en su contexto interpreta la propiedad de maneras muy particulares. Cabe entenderla como una realidad que se construye socialmente y que por tanto admite múltiples significados. Para complicar más la escena, la emergencia de la economía colaborativa podría estar evidenciando un choque de trenes: la cultura del poseer frente a la cultura del usar (o del «disfrutar», que también así se expresa en castellano).

Si hablamos de trabajo -las cooperativas fijan aquí uno de sus ejes centrales- el sentido de propiedad adquiere una nueva dimensión. Se puede poseer capital pero se puede también poseer trabajo y, más allá, conocimiento. Hoy hablamos de la economía del conocimiento. Y nadie más que la persona es la que «posee» conocimiento si bien se trata de una posesión que no se rige por el principio de la escasez de los bienes físicos. Si «damos» una idea no nos quedamos sin ella, algo que no ocurre con los elementos materiales. Capital, trabajo y conocimiento pueden conducir a ideas diferentes de la posesión.

Sin embargo, cuando hablamos de poseer capital tampoco cabe rendirse ante la idea maniquea de hacer predominar exclusivamente una visión negativa. Porque, como comenta Fred Freundlich, el profesor con el que andamos en esta materia (el subrayado es mío), pudiera ser que el capital proceda de un esfuerzo muy digno de considerar:

El origen del capital –cómo se crea– y decisiones sobre los derechos que debería tener no son cuestiones sencillas. La tenencia de capital por parte de una persona puede ser el resultado de herencia, explotación o suerte, o puede ser el resultado de trabajo, sacrificio y ahorro. O una mezcla de estos. Es complicado asignarle al capital legítimos derechos de forma general y abstracta, eso es, sin saber de donde procede. Incluso entonces, es complicado. Sin embargo, en resumen, en muchas situaciones casi todo el mundo cree que la aportación de capital también merece derechos de propiedad.

Un asunto realmente complejo. ¿Cómo balancear el tradicional arraigo de la propiedad como elemento generador de compromiso con los beneficios de una cultura que tienda más al uso compartido y no tanto sobre esa base de «apropiarse»? Y además, ¿qué papel asignar a la propiedad de capital frente a la propiedad del trabajo en una empresa y cómo concebirla en torno al conocimiento?

Para complicarlo todo un poco más, la idea de «asalariado» -tú tienes el capital y me alquilas horas de trabajo- está saltando por los aires con la crisis. Las empresas se ahuecan y la sociedad (con un papel muy relevante de quienes detentan el poder) lanza el mensaje de que te crees tu puesto de trabajo. Algo así como «no te lo van a dar»… así que mejor que te lo construyas. Sí, a emprender por obligación. Mal asunto.

Soy consciente de que en un post cuesta explicarse por la complejidad del tema. A ver si tenemos oportunidad de escribir alguna cosa más. La cuestión, desde luego, lo merece.

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25 comentarios

vllona 13/11/2015 - 12:05

Una de las mayores preocupaciones cuando nos acercábamos al año 2000 era cómo gestionar el conocimiento de nuestras organizaciones. Cómo podíamos capturar y «capitalizar» es decir, contabilizar ese conocimiento para darle un valor. Por lo tanto, aparte del conocimiento individual de cada una de las personas existe ese conocimiento implícito o explícito de las propias organizaciones, equipos, grupos de trabajo. Era la moda de las intranets, la necesidad de «tener» la propiedad del mismo, físicamente.
Ahora hemos transformado la necesidad de la tenencia física por el uso de la misma, el acceso al conocimiento, transformando una vez más el producto en servicio, queremos no tener el CD en nuestro armario, sino poder escuchar esa música dónde y cuando queramos.
Este mismo debate sobre la propiedad fue una de las ponencias de la #EditatonVG ya que no se puede compartir en Wikipedia contenidos que no dispongan de un cierto tipo de licencia libre para evitar problemas legales con los derechos de autor. Hablamos entonces no sólo de conocimiento, sino de imágenes, obras de arte, libros, escritos, música, qué leyes los amparan, quiénes son sus propietarios/concesionarios y en qué términos se comparten o comercializan.
Tal vez acabemos realizando un contrato individual en nuestras organizaciones en el que se explicita el copyright de nuestras creaciones/aportaciones/ideas/conocimientos del día a día.
Debate amplio.

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Julen 24/11/2015 - 07:27

Venan, es posible que haya que renegociar los contratos entre persona y empresa. Y quizá también extender la cultura de lo importante que es compartir para que las generaciones futuras accedan a eso que las anteriores fueron descubriendo. Esta transmisión es fundamental para que exista PROGRESO con mayúsculas.

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Isabel 15/11/2015 - 15:09

Que interesante este matiz en los conceptos de posesión y apropiación. Sin duda hay muchas palabras que necesitan revisión.

Me gusta la cita de Fred Freundlich que introduces, no sólo es un debate interesante sino necesario porque con este creciente maniqueísmo que nos avasalla el efecto péndulo es cada vez más radical (en el sentido de excluyente).

“Capital, trabajo y conocimiento pueden conducir a ideas diferentes de la posesión”. Me gusta el concepto, lo importante sería llegar a una buena comprensión de la necesidad y equilibro de las diferentes aportaciones.

Una suerte que algo de lo que arde en tu cerebro vaya quedando en tu blog 🙂

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Julen 24/11/2015 - 07:23

Lo de «poseer» siempre me genera una ambivalencia. Por un lado parece que genera mayor compromiso con lo «poseído» pero a la vez excluye a otras personas. Si es mío no es tuyo. Un concepto complejo que admite muchas interpretaciones. En la tradición del cooperativismo de MONDRAGON estoy por pensar que frente al discurso oficial, ha generado problemas. El celo por cuidar lo poseído ha generado barreras al uso y al compartir. Pero hace falta tiempo para tomar perspectiva. Esperaremos, somos jóvenes todavía 😉

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