De personas e infraestructuras, alguien cambió las prioridades

by Julen

ArquitecturaReconozco que me tengo por un tipo bastante cutre en cuanto a los espacios físicos. Me explico (bueno, creo haberlo hecho alguna otra vez en este mismo blog hace ya mucho tiempo) a ver si me hago entender. Las personas son la prioridad, ¿estamos de acuerdo? Y supongo que también lo estamos si reconocemos que entre todos la hemos cagado. Los tiempos de crisis han puesto sobre la mesa una precarización del trabajo como, yo al menos, nunca había conocido. Y su lado, la ostentación del ladrillo. Paradojas de la sociedad contemporánea.

Claro que la precarización la hemos disfrazado con un elogio sin fin del emprendimiento, con una alusión al «yes, we can» (que decíamos ayer en alusión a Byung-Chul Han) y con un modelo de éxito basado en el pelotazo. De repente había que trabajar la marca personal. Nuestro valor en el mercado era lo que iba a contar a partir de que las empresas se olvidaran de qué cosa era el empleo fijo. Y aun cuando lo fuera; solo mientras los números salgan.

Y en esto, no se sabe si por herencia de las décadas eufóricas del ladrillo y el (supuesto) progreso, arraigó la idea de proyectar imagen con el espacio y la arquitectura. Un edificio es un edificio. Perdurará al humano que lo habite a no ser que viva en Oriente Medio o en cualquier otro sitio de mala suerte bélica. Sí, el edificio, la infraestructura, el continente, eso perdurará. Será la obra. Y de paso proyectará, mientras dure y mantenga actualidad, una imagen de poder, de «yes, we can».

Quien con sus 52 años se aferre a la esperanza de recuperar un trabajo que un día extravió, quizá hoy mire resignado a los nuevos templos del éxito. Un edificio, un gran edificio. Una infraestructura como el AVE. Un estadio como el nuevo San Mamés o mucho antes el Guggenheim. Quién osa hoy criticar semejante canto al «yes, we can». Todo ese progreso apretado en cemento, titanio y osadía. Un triunfo para la posteridad. El tipo con sus 52 años mira a su pareja, que ronda la misma edad, y sonríe con resignación. Alguien decidió que primero iba todo aquello y luego quedaban él y su pareja. Lo llaman gasto social. Un gasto, no una inversión, quede claro.

Mientras, continua la costumbre de inaugurar. Ese día lo es de felicitaciones. Obra conseguida. Las cifras resultan ser mareantes. Un estudio concluye que ninguna línea española de AVE es rentable, se lee en una noticia de El País. Los 400 euros al mes suenan a chiste malo para esa mujer en los 50 y sin trabajo. A chiste malo comparado con otras cifras lacerantes que humillan a cualquier humano de bien. Y la sociedad, dicen, progresa adecuadamente.

Más nuevos edificios. Más edificios inteligentes. Más arquitectura con la que presumir. Smart cities que pasan al conjunto de las cien palabras mágicas del progreso que todo político debe manejar. Líneas de AVE, eso donde se quiere ser líder mundial. Mientras, el ERE golpea con saña a la misma gente. Esa que con un kilómetro de túnel de AVE podría sobrevivir un lustro o casi una vida. Por ese agujero negro se cuela su futuro. Rumbo al progreso de no se sabe quién. Rumbo al vacío. La gente de a pie, mientras tanto, parece esperar en la estación equivocada. Y aunque Manu Chao insista en llamarla Esperanza, hace tiempo que por ella no pasa ningún tren. El cambio de agujas dicen. Primero el cemento y luego los seres humanos.

Disfruten de la fiesta. Una inauguración siempre hace hueco a la alegría. Disfruten. No vaya a ser que mañana pierdan ustedes su presente, centrifugado sin querer en alguna hormigonera.

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12 comentarios

Iván 06/11/2015 - 21:17

Tiempos duros Julen 🙁

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