El bosque

by Julen

misty forest 4Los paseos siempre terminan allí. Un imán desconocido los atrae. Parecería un altar al que conducen todos los caminos. Da igual la intención con la que comenzara a andar. La luz reclama atención y no parece haber forma de evitar el contacto. Cuando llega nunca hay nadie. Pero todo el mundo sabe que están ahí.

No hay senderos que conduzcan a ese claro en el bosque. No hay pisadas ni señales de que alguien haya llegado hasta allí antes. Pero la luz, la humedad y el fresco de las mañanas otoñales dan con la combinación perfecta. Da igual con qué pensamientos, da igual con qué ánimo. El paseo termina en ese punto. Exige su reverencia. Luego llega la calma.

Llegó allí por primera vez junto a su madre. Risas infantiles junto a una emoción carente de cualquier temor. Entonces el bosque era alegría. Pájaros, pequeños animales que jugaban al escondite, olores, árboles nobles y protectores. Un lugar para jugar a ser niña. El bosque se prestaba a ello encantado. El hogar donde volcar una imaginación que se desbordaba hasta casi el infinito.

Hoy el claro del bosque apenas si ha cambiado. A no ser porque ella, persona adulta ahora, proyecta en él sus temores. Una especie de ejercicio de confesión que mezcla ansiedad y acto de arrepentimiento. Los árboles escuchan. La luz da pistas. Y luego, el camino de vuelta se convierte en una huida. Incapaz de soltar amarras va añadiendo allá en el claro todo lo que no querría ser.

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