Sobre la obsolescencia programada, por Serge Latouche

by Julen

HechoParaTirarEste verano leí Hecho para tirar, un librito de Serge Latouche, que es un economista francés bastante conocido por sus ideas en favor del decrecimiento. El libro, editado por Octaedro, fue publicado originalmente en 2012 y en él Latouche hace un recorrido por el concepto de obsolescencia programada. Nos habla de su origen, propone una definición del término y aplica diversos enfoques para aportar al final una serie de conclusiones. Son apenas cien páginas, pero muy útiles para asentar algunas ideas.

Quizá lo más llamativo es la consideración de que el capitalismo actual no puede vivir sin destruir. Así de sencillo. La pervivencia del modelo pasa obligatoriamente por dar muerte en un plazo de tiempo prudencial a los productos creados. Las empresas necesitan seguir vendiendo y si produjeran artefactos muy duraderos estarían, de alguna forma, poniendo en riesgo su existencia. Simple, rotundo y ¡triste!

Pero más allá del producto físico, el capitalismo global ha penetrado en vivencias, emociones y sentimientos de los humanos. Esto traducido en términos de obsolescencia significa reconocer que el modelo actual pasa por sentirnos mal cuando no renovamos productos y servicios. Todo se alía para que no quede más remedio que cambiar de producto y comprar uno nuevo. Un smartphone puede ser considerado el mejor de los ejemplos, ya que combina diferentes tipos de obsolescencias:

  • Una física, de carácter técnico, vinculada a diferentes fallos en los mecanismos de los productos fabricados. La batería, por ejemplo, se irá deteriorando hasta que el producto se perciba como que «funciona mal». Hay que cambiarlo.
  • Otra obsolescencia es la que tiene que ver con el software que alberga. Preso de una renovación constante, rápidamente nos quedamos atrás y nos perdemos unas nuevas fantásticas prestaciones que nos inyectan en vena a través de la publicidad. Sí, hay que cambiarlo.
  • Pero lo más elaborado es la obsolescencia psicológica, esa que hace que nos sintamos mal porque no estamos a la última. La vecina o el vecino tiene un aparato mucho mejor que el nuestro, que proyecta cierto estatus. La publicidad hace su trabajo y nos sentimos presionados. Hay que cambiarlo.

La industria ha generado, en cierto sentido, un monstruo. Hasta hace poco no parecía haber alternativa: o creces o creces. No hay más si quieres competir en esta sociedad. Y crecer es colocar productos y servicios perecederos que aseguran que habrá compras de nuevos productos y servicios. Un bucle que se retroalimenta. ¿El problema? Evidente: ¿alguien pensó que contamos con recursos infinitos para producirlos? Pero, al mismo tiempo, la obsolescencia se presenta como una práctica obligada para mantener la actividad económica y el empleo.

Sí, Latouche nos recuerda que se ha argumentado también en favor del rol social benefactor de la obsolescencia programada. El sistema necesita de ese combustible para mantener logros y ofrecer más y mejores condiciones de vida. Entra entonces un factor ético en juego. ¿No hay alternativa? De aquí toda la línea de pensamiento del decrecimiento como opción al estándar. Pero no hay que olvidar que la rueda en favor del consumo continuo es poderosa: «la publicidad crea el deseo de consumir, el crédito proporciona los medios y la obsolescencia programada renueva la necesidad». Y la publicidad aparece con un rol perverso (págs. 20-21):

La publicidad tiene como misión hacernos desear lo que no tenemos y menospreciar lo que ya disfrutamos. Crea y recrea la tensión del deseo frustrado. Los tenores de esta industria se califican orgullosamente a sí mismos como «vendedores de descontento». «Soy publicista -declara sin complejos Frédéric Beigbeder-. Mi misión es haceros babear. En mi oficio nadie desea vuestra felicidad, porque la gente feliz no consume».

¿Será que no somos felices y en esto se resume todo?

La imagen de Serge Latouche para la página de inicio de este post es de Niccolò Caranti y está tomada de Flickr: https://flic.kr/p/dgFvha

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50 comentarios

Javier Goikoetxea 09/09/2015 - 08:44

El ECONOMÍSTA Latouche dejo una frase para la historia:
«El que crea que en un mundo finito el crecimiento puede ser infinito, o está loco o es un economísta».
Julen, espero no te importe deje enlace a un post que se me ocurrió un día que me levanté gracioso:
http://bikonsulting.blogspot.com.es/2015/05/obsolescencia-programada-grado-maximo-y.html
Gracias figura!

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Julen 13/09/2015 - 06:28

Hola, Javier. Ya había leído esto que compartes, jeje.
Habrá que seguir insistiendo en el mensaje, que parece que no cala lo suficiente…

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benjamin herrera ramirez 11/09/2015 - 17:12

cordial saludo

Me gustaría me informaran en Colombia, dónde consigo el libro?

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Julen 13/09/2015 - 06:24

Lo siento, no sabría decirte. Una opción es que lo consiguieras a través de cualquier tienda online si es que en librería es complicado.

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