Muros

Muros de la vergüenza. Muros de la involución. Pero sobre todo y sin lugar a dudas muros asesinos. La cara más fea de quienes son incapaces del mínimo ejercicio de empatía. Muros de cemento. Muros de alambre. Muros pensados para herir la sensibilidad.

Ingeniería canalla. Muros pensados para que sea imposible traspasarlos. Diseñados con la última de las tecnologías. Contra la humanidad. Delitos en toda regla. Delitos contra esa parte que sufre y a la que se quiere abandonar a su suerte. Vosotras, vosotros, ¡al otro lado! Concertinas, pelotas de goma, chorros de agua. Y cuando todo falla, el muro. Y cuando todo falla, a matarlos.

Muros sin alma. Heridas profundas sobre la tierra. Pensados para detener la fe en un mundo mejor. Para que nunca cierre la cicatriz. Sangre para alimentarlos. Odio en los cimientos. Es así como se levanta la seguridad. Sobre las tumbas de gente anónima que no ha tenido la suerte de formar parte del telediario del primer mundo.

Más muros. Más altos, dobles defensas. Más difíciles de saltar. Más tristes y definitivamente canallas. Pensados para decirte que no, que no mereces avanzar en la vida. Representación perfecta de un mensaje despiadado: ¡Vuélvete! Allá de donde venías, tu huida no nos interesa. La peor de las crueldades: a quien se siente mal empujarle a las puertas de lo peor.

Luego la desesperación no sabrá de razones. Pagaremos por ello. Como no podía ser de otra forma. De aquellos polvos estos lodos. Alimentamos lo peor del ser humano.