Transparencia para la desconfianza: el nuevo uso de Twitter

by Julen

Instantánea de una transparenciaByung-Chul Han ha escrito un pequeño libro ya traducido al castellano que recomiendo en especial: La sociedad de la transparencia. Lo mencioné hace unos meses aquí publicando doce citas extraídas de él. Lo que está sucediendo con Twitter, donde cada texto digital parece dejar una huella indeleble que nos perseguirá de por vida, es solo un síntoma de que la supuesta transparencia empieza a adquirir un tono perverso. Ahí en las profundidades de lo que se dice siempre quedará alguna miga que haga prender la mecha de lo que ya es más que evidente: vivimos en la sociedad de la desconfianza.

En lugar de “la transparencia produce confianza” debería decirse: “la transparencia deshace la confianza”. La exigencia de transparencia se hace oír precisamente cuando ya no hay ninguna confianza. En una sociedad que descansa en la confianza no surge ninguna exigencia penetrante de transparencia. La sociedad de la transparencia es una sociedad de la desconfianza y de la sospecha, que, a causa de la desaparición de la confianza, se apoya en el control.

Supongo que la única defensa es callar. La opción de vida de los cartujos a lo mejor tiene hoy más vigencia que nunca. Quizá convenga volver a ver El gran silencio, esa increíble película de Phillip Gröning, o acercarse mismamente a los Alpes franceses a La Grande Chartreuse. Porque en la sociedad de hablarlo todo «en voz alta» y con registro digital el derecho al olvido parece una quimera. Claro que somos nosotras y nosotros quienes cogemos el megáfono y lo gritamos a los cuatro vientos. Las consecuencias son las que son. El panóptico de Bentham lo construimos colaborativamente, valga una expresión muy de nuestro tiempo.

Así que Twitter es ese sitio donde la extimidad se cobra sus tributos. Los asesores de comunicación dicen que hay que estar ahí, que hay que producir contenido. No queda otra opción. Hay que gritar más alto que el vecino, con más ingenio y un mayor número de veces. Los daños colaterales son solo un riesgo que hay que correr. Así está montado el circo.

A mayor producción twittera más exposición al escarnio público. Es la ley de la selva. Ahí te retratas. Tú decides si callas o si participas de una conversación que es signo de nuestra sociedad contemporánea. Transparencia para que, al final, consiga no fiarme de ti.

El morador del panóptico digital es víctima y actor a la vez. Ahí está la dialéctica de la libertad, que se hace patente como control.

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11 comentarios

Isabel 17/06/2015 - 07:53

No sé si te retratas o te retratan pero desde luego el griterío no favorece la percepción. Creo que el error más grave está en pretender que puede haber un contexto o que eso es la conversación. Y encima esa obsesión por opinar de todo, por llamar información a lo que ni siquiera llega a la categoría de dato, por…

Igual es otro motivo más para el principio del fin de twitter. Pero será sustituido por otra moda.

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Julen 17/06/2015 - 08:44

Desde luego que «conversación» puede ser que peque de optimista. Y sí, me temo que vendrá detrás otra moda. Así vivimos.

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Carlos Bezos Daleske 17/06/2015 - 10:37

Para mí Byung Chul Han ha sido un descubrimiento. Además es muy sencillo y accessible, al contrario que Foucault: pero no por ello menos certero. También recomendable la sociedad cansada y el enjambre

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Julen 25/06/2015 - 06:14

Lo que ocurre, Carlos, es que es un poco cenizo, ¿no? 😉

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Raul 17/06/2015 - 11:24

Lo leí una vez en Twitter… «En Internet no se escribe a lápiz, se escribe a boli…»

Todo es tan blackmirroriano ultimamente…

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Julen 25/06/2015 - 06:15

Pues ojo que luego cuesta borrar lo escrito a boli jejeje

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Amalio Rey 17/06/2015 - 14:52

Julen, mi lectura es distinta. Perdona que me extienda, porque es un tema delicado. Te resumo:
1) La exigencia de transparencia aumenta no porque haya crecido la desconfianza, sino porque hemos aprendido a exigirla como un derecho, porque nos hemos quitado muchas vendas, y porque existen más medios para que esa transparencia sea viable
2) Es arriesgado afirmar (y creo que incorrecto, también) que “la transparencia deshace la confianza”. Es al revés, a más transparencia, más confianza, más crees (eso es difícil de discutirlo). Y a más opacidad, más desconfías. Es casi de sentido común
3) Las sociedades anteriores no exigían transparencia, insisto, porque las engañaban como burras, y no porque confiaran. Las asimetrías de acceso a la información (y al poder) eran brutales. Pero desconfiar, desconfiaban igual o más que las de ahora
4) Esa tesis se me parece a la que dice que “ahora hay más corrupción”, sólo por el hecho de que se denuncia más, y es más mediática. Esta “sociedad de la desconfianza” siempre ha desconfiado, solo que hoy eso se hace visible, se discute, y se convierte en un problema tangible a resolver, porque tenemos los medios (y más consciencia) para hacerlo
5) Lo más importante: hay una transparencia que funciona “como derecho” (la que se asocia con la legitimidad y el control de las instituciones o de productos/servicios que consumimos), y otra que es “opcional”, lúdica, personal, voluntaria, narcisista, egocéntrica, o como quieras llamarla. Es importante separar las dos cosas cuando criticamos o ponemos en entredicho a la transparencia. Lo que tú cuentes de tu vida en Twitter, es algo que has querido hacer tú. No lo haces por acallar la desconfianza que siente la gente hacia tí. Si haces un chiste grosero en Twitter (que es como un periódico, y es de tontos no saberlo), ese no es un buen ejemplo de práctica de “transparencia”, ni nadie te pide (ni espera) que lo hagas. En resumen, creo que ya te lo dije una vez, la afirmación de Byung-Chul Han no me gusta 🙁

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Julen 19/06/2015 - 05:48

Escribo otro nuevo post, Amalio. Y no, no me bajo del burro 🙂

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Julen 25/06/2015 - 06:10

Creo entender lo que explicas, Amalio. Si tienes un momento (se lee en un par de horas) léete el libro de Byung-Chul Han. A mí me parece que aporta argumentos sólidos. Pero para gustos los colores…

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Juanjo Brizuela 19/06/2015 - 08:55

Sea del lado que sea, creo que tod=s hemos de tener claro que la última decisión de publicar o no hacerlo, es de cada un=. Darle al «publicar» es un hecho concreto, meditado. Quien lo haga sin pensarlo, evidentemente no es para juzgarlo pero sí para lo mire.
A mí me da qué pensar. Porque he tenido de los dos extremos: bueno y malo.
Lo voy entendiendo más como una capa de extender una personalidad e identidad propia (o a conseguir) y de conversar con aquella gente con la que sientes empatía.
Pero, no lo dudo, es para reflexionar y mucho.

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Julen 25/06/2015 - 06:08

Quizá, Juanjo, estas herramientas empiezan a ser vistas como que pueden quitarte más que darte, ¿no?

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