Una mirada crítica a la participación

by Julen

Me ha parecido muy interesante el artículo que firma Santiago de Molina en La Ciudad Viva: Participación y placebo. Repasa con mirada crítica los procesos participativos tan habituales en la sociedad contemporánea. Y es que la participación aparece como eje vehicular de la moderna gestión. Sí o sí, hay que recurrir a la voz de quienes son parte afectada por determinadas tomas de decisión. Dicho eso, también hay que considerar el momento que vivimos.

El clima de desconfianza por parte del ciudadano viene dado porque es bien sabido que habitualmente las encuestas no producen un cambio de dirección en la trayectoria de un organismo. La consulta sumerge todo en una salsa estadística que elimina los matices porque trata de bucear en lo global borrando y aniquilando la diferencia.

No está de más recordar que a lo mejor una simple «consulta» no asegura una adecuada participación. Debido a su actividad profesional, se refiere el autor sobre todo a la participación en cuestiones urbanísticas. Ve en ella un aplanamiento de la voz de la ciudadanía para encontrar una especie de «mínimo común denominador». En vez de recurrir a voces brillantes, la masificación de los procesos participativos genera soluciones previsibles. Además, aparece nítidamente como instrumento para un fin. El beneficio será la sensación de que se ha participado en una decisión ¡que muchas veces estaba tomada de forma previa!

Quizá se deba decir que no es lo mismo la participación en el origen, en el proceso o en el resultado de algo. El momento en que se participa condiciona las expectativas reales de influir en la decisión. Y no hay que olvidar que la participación encierra en  muchas ocasiones relaciones asimétricas. Lo digo recordando la pirámide del compromiso que nos propusieron desde Las Indias hace ya unos cuantos años y que sugiere una escala gradual que va desde el conocimiento hasta la identidad/comunidad pasando por la adhesión, la participación y la interacción.

Convienen las miradas críticas a estos estándares de la gestión de la moderna. La participación encierra un potencial tremendo y cada vez es más posible de abajo hacia arriba. Hay voluntad en la gente y cada vez mejores herramientas para articular los procesos participativos. Pero a su lado conviven experiencias que merece la pena desenmascarar. No todo el monte es orégano, me temo.

Dicho lo anterior, por supuesto que merece la pena profundizar en procesos participativos relacionados con el urbanismo. No soy ningún experto en la materia pero he podido escuchar de primera mano experiencias como por ejemplo la de Jolasplaza desarrollada por Zaramari en la que niñas y niños han sido partícipes del rediseño de una plaza. Y parece fantástico. Allí jugarán y allí estuvo su voz y su pequeño saber para que la participación adquiera una dimensión plena. Aprendemos jugando y aprendemos participando en aquello que será nuestro. En el mejor de los sentidos de la pertenencia, dicho sea de paso.

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24 comentarios

Amalio Rey 21/01/2015 - 09:36

Aquí se habla de dos temas diferentes, y que yo trataría por separado: 1) ¿La participación es genuina, o es postureo?, 2) ¿Cómo se diseña el proceso y se agregan los resultados?
En el primer punto creo que está claro que nunca “una simple consulta asegura una adecuada participación”. La relación no es lineal, ni vinculante. Creo que aquí pesa mucho la actitud (e intereses) de los convocantes, y si el proceso es transparente en el sentido de que los “consultados” tengan la posibilidad de acceder a los verdaderos resultados del estudio. Cuando es posible, es más fácil que comparen lo que propusieron con lo que finalmente se hizo, y entonces pedir cuentas del sentido de su participación.
El segundo punto es mucho más complejo, porque aún cuando los objetivos de la participación sean genuinos (es decir, los convocantes creen realmente en ella, y no la usan como un instrumento para legitimar la decisión que ya habían tomado), sigue habiendo un riesgo de que ocurra eso de que “la masificación de los procesos participativos genera soluciones previsibles”. Este es otro de los grandes dolores de cabeza de la Inteligencia Colectiva. Pero, afortunadamente, hay lógicas de diseño del proceso participativo que podrían reducir ese riesgo. Por ejemplo, implementando soluciones mixtas que combinen la “voz ciudadana” con la de los “individuos brillantes”. Esto significa trabajar no solo con el centro, sino también con los extremos de la Campana de Gauss, visibilizando opiniones “anómalas” que se pueden re-introducir en el proceso de consultas para ver qué efecto produce.
Por otra parte, estos procesos no solo permiten “colectivizar” ideas, sino también “colectar” esas “ideas brillantes” que quizás no se conseguirían si no hubiera esa participación abierta. Es una forma de que el talento se auto-seleccione, y creo que no hay otra.

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