A cada cual lo que nos toca: somos consumidores despiadados

by Julen

Dhaka Savar Building CollapseEl viernes pasado publicábamos aquí Lo último en eficiencia empresarial: multiplicar por cero a las personas. No es la primera vez ni será la última en que arremetemos contra muchos comportamientos indignos de las empresas. En ese artículo hurgábamos en la triste realidad de la desaparición del «lazo fuerte» entre persona y empresa. Hoy es el día en que los contratos lo son a corto plazo, reflejo de una sociedad que mira al instante siguiente como razón de ser. Si las cosas van bien, dentro. Si no, fuera. Y como todo cambia tan deprisa, la única protección es el contrato de cinco minutos que nos proponía Forges en una de sus viñetas.

Pero dicho eso, hay otra reflexión que conviene poner sobre la mesa. Ángel Vidal, gerente de Protón Electrónica, nos dejaba un comentario que creo que merece destacarse. ¿A qué apunta? A nuestra responsabilidad como consumidores. Sí, porque aquí cada cual tenemos la nuestra. Y mientras no cambiemos ciertos comportamientos no es que estemos dejando que el monstruo crezca; no, en realidad, ¡lo estamos alimentando! Ángel decía lo siguiente:

Cuando compramos somos despiadados, demostramos nuestra inteligencia eligiendo bueno, bonito y barato. No nos importan las condiciones laborales de la cadena de producción. A través de la empresa a la que compramos, destruimos las condiciones laborales de sus trabajadores y sus trabajadores cuando compran o no compran a nuestra empresa, destruyen las nuestras. Por supuesto, responsabilizamos a las empresas. Somos clientes exigentes y proveedores permisivos. Defendemos la competencia feroz cuando compramos y el máximo proteccionismo cuando vendemos nuestro tiempo a una empresa que tiene clientes despiadados.

Pues creo que no puedo sino estar profundamente de acuerdo con él. Además me temo que  en la empresa de Ángel sufren los efectos de estas prácticas «despiadadas». Somos despiadados cuando compramos mirando casi en exclusiva al precio. La competitividad salvaje nos ha arrojado en brazos de la oferta más barata. Da igual que sea una Administración Local, una empresa o nosotros mismos. Hemos endiosado el precio y más ahora que la crisis aprieta. Hay que comprar barato. ¿En qué condiciones se diseña, fabrica y vende ese producto barato que compramos? Miramos para otro lado. Y luego, cuando arden las fábricas en Asia y mueren más de mil personas, entonces por un breve periodo de tiempo, nos recatamos un poco.

Sí, la calidad tiene un precio. Como lo tienen las condiciones de trabajo. Como lo tienen los salarios dignos de quienes fabrican esos productos que compramos. Y la prevención de riesgos. Y la trazabilidad. Sí, todo eso supone un precio. Pero parece una batalla perdida. Elegiremos siempre la oferta más barata. Los comparadores de precios igualan a todos. ¡Viva la transparencia! ¡Viva la desintermediación! Todos ante un juicio sumarísimo donde nosotros, consumidores, somos los reyes. Pero ahí es el precio el que deslumbra. Lo demás queda en segundo plano. Precio, precio y más precio. Debe ser siempre el menor posible. Si no, no compramos.

Como decía, lo hace la Administración Pública y lo hacemos nosotros. En busca del santo grial del precio. ¿Llegaremos a la subasta holandesa para cualquier producto o servicio? Da igual romper las reglas del juego y hacer dumping. Da igual que sea competencia desleal mientras los consumidores estén dispuestos a aceptar la transacción. Y visto lo visto, sí, vamos a estar dispuestos. Low cost como sea, como forma de demostrar que eres inteligente.

¿Tiene todo esto vuelta atrás? Me temo que va a resultar complicadísimo. Nos han inoculado el virus del precio mínimo. Portamos la enfermedad sin que aceptemos sus síntomas. Nos parece natural. ¿Por qué pagar más cuando lo puedo conseguir más barato? ¿Te crees que soy tonto?

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23 comentarios

Carlos Bezos Daleske 01/12/2014 - 12:51

Julen,
¡qué post más certero! Será utópico porque en la globalización también compiten las legislaciones entre sí a ver cuál es la más liberal, pero estaría bien que los comparadores incluyeran por ley también la comparación de condiciones laborales y de pautas de calidad.

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Julen 02/12/2014 - 06:18

Sea lo que sea, Carlos, algo deberían portar los objetos que nos permitiera conocer mejor de dónde vienen. ¿Para qué los códigos QR por ejemplo?

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germán Gómez 01/12/2014 - 16:59

Pretender que , como clientes que somos, nos encarguemos de eso parece mucha tarea. Como clientes buscamos nuestro propio beneficio sin pensar en mucho ñas.
Pero ejemplos de utopías cumplidas hay muchos, y el objetivo es importante

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Julen 02/12/2014 - 06:17

Quizá es cuestión de que presionemos para que la trazabilidad de los productos sea algo exigible por defecto. Tanto insistir en controlarla por asuntos de calidad de producto… pues que también lo sea desde el punto de vista de responsabilidad social corporativa, ¿no? Si renunciamos a nuestro rol de compra responsable, apañado va este pobre planeta.

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