2014, (otro) año de dudas

En 2003 dejé de trabajar en Maier, una gran empresa. ¿Por qué? Supongo que se alinearon no sé cuántos planetas. Supongo que yo solo me asfixiaba. Supongo que no estaba aportando lo que debía. ¿Alguien me empujó? Debió ser la alineación de los planetas. Una explicación absolutamente racional.

Hoy aquel 2003 empieza a quedar entre brumas. No estoy seguro de por qué sucedió. Pasó, no vamos a darle más vueltas. Y empecé a trabajar «por mi cuenta». Con trampa, porque llegué a un acuerdo con la Facultad de Empresariales de Mondragon Unibertsitatea. Y comenzó mi doble vida: clases e investigación en la uni por un lado y proyectos de consultoría a través primero de una licencia fiscal y luego de mi empresa Consultoría Artesana en Red. Y ahí seguimos.

¿Me estoy cansando? ¿Tengo la misma ilusión que hace unos años? ¿Aporto lo que debería? ¿Es la misma pregunta que me hice en 2003 allá en Maier? ¿Aporto lo que debería? ¿Soy responsable? ¿Los planetas comienzan a mostrar otra curiosa alineación de nuevo? Ni idea.

Pero, claro, juego con una baza oculta: mi cobardía. Veo lo que tengo y no es fácil virar el rumbo. Además, ¿qué otras opciones tengo? Quizá la principal sea recluirme, volver atrás y quitarme presión. En realidad, mi felicidad viaja aquí en casa y cuando detrás de esa curva se abre el horizonte y asisto al espectáculo al que me conducen mis piernas pedaleando. ¿El trabajo me da la felicidad? ¿Y a quién se la da? Que alguien me cuente el secreto.

No oculto otra variable un poco tontuna pero que este año, entre risas y menos risas, ha llegado: tengo cincuenta años. ¿Y qué cambia respecto a los 49? Nada. No cambia nada si esa es la referencia. Pero si miras con más perspectiva, resulta que es momento de ver para qué hemos empleado todo ese tiempo. Una inmensidad de instantes que centrifugas de vez en cuando y cuyo resultado ya no puedes cambiar. O sí, una cosa es lo que haces y otra cómo lo interiorizas.

Ya, soy un carcamal que me repito demasiado. Hace un par de días estuve a punto de publicar un post que titulaba: 3.333 artículos… ¿y para qué? Sí, en este blog llevamos 3.334 posts. Demasiados. Luego vi que el post casi parecía apocalíptico. Le di fuego purificador y busqué otro camino más seguro y previsible. Profeso excesiva estima a mi cobardía, lo sé.

Bueno, siento la monserga. Mejor me callaba. Vaya forma de hacer balance de 2014. Ni datos, ni predicciones, ni proyectos, ni nada con un punto de realidad tangible. Empieza 2015 y cumpliremos 10 años blogueando a finales de marzo. Ombliguismo y recursividad en permanente centrifugado mientras el mundo ahí fuera estalla incapaz de soportar lo que ha creado. Se reniega de los referentes que lo han conducido a este cruce de pistas. ¿Por dónde seguir pedaleando?

Callo por un momento. Por cierto, creo que no te lo había dicho, gracias por pasarte por aquí. Con semejante griterío, un detallazo que lo hagas.