Tiempo atrás

by Julen

Chau número tresCada vez queda más tiempo atrás. Cada vez que despierto por la mañana. Más y más. ¿Cómo es que no revienta el almacén de recuerdos? Debe de haber algo que se me escapa. No puede ser de otra manera. Algo que aún no he sido capaz de descubrir. El camino continúa pero lo ya recorrido casi tiende a infinito. Y en algún lugar debe quedar el recuerdo porque a veces uno se descubre volviendo sobre los pasos de lo que creyó sepultado bajo toneladas de hormigón.

¿Son mis recuerdos los que me atrapan? Sé que me dejo hacer. Prefiero no pelear contra ellos porque sé que tengo todas las de perder. Así que ellos juegan y se enredan sobre sí mismos. Supongo que se divierten a mi costa. Sin maldad, conscientes de que es su privilegio. Hacen como que miran para otro lado y entonces llegan en oleadas. ¿De dónde vienen?

Imagino un inmenso almacén donde todo se mueve de un sitio a otro, con un frenesí incomprensible. Pero es que al instante siguiente, aunque parezca increíble, todo se detiene de golpe. Como en el ojo del huracán. Calma inmensa y estridente. Una calma completa, un descanso sin aviso previo. Cada cual parece en posesión de su sitio y solo parece haber un sitio para cada recuerdo. Y eso que lo hay que se volatilizan para ahorrar espacio. Pero tras la calma todos sabemos, ellos y yo, que volverá la tempestad.

Hace tiempo ya que sé que ahí habita mi pasado. Pleno de incongruencias. Cada recuerdo se afana en no perder su conexión con la memoria. Pero la razón y la emoción conforman un cóctel explosivo. Y creo que ellos en realidad se defienden haciéndome saber que no me olvidarán. No. No es tanto que yo olvide mi pasado. Son ellos, mis recuerdos, quienes no pueden olvidarse de mí. Pero, torpes en su expresión, utilizan una lógica que todavía me es incomprensible.

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