Economía sumergida, biopoder y consumo colaborativo

by Julen

TranslucesLeo en Genbeta un artículo de Miguel López que presenta otro ejemplo más -la lista empieza a tender a infinito- de consumo colaborativo: Después del coche compartido, llega el maletero compartido: así es Shipeer. Así pues, otro sector que, si esto funciona, recibirá el varapalo de los nuevos tiempos: las empresas de mensajería.

De nuevo la lógica es aplastante: ¿dispones de recursos ociosos?, ¿quieres hacer dinero con ellos? Pues cada vez vas a tener más oportunidades. «Vende» tus recursos ociosos para que se ocupen con las necesidades de otras personas. En vez de recurrir a los servicios, siempre más caros, de la economía tradicional, va a haber mucha gente que en busca de un precio menor llegará hasta ti.

Hace ahora un año yo mismo escribía un artículo, Economía directa, a partir de las propuestas de John Robb en The Direct Economay. La desintermediación (y su derivada, la reintermediación) es cada vez más simple de llevar a cabo. ¿Por qué comprar a una empresa cuando en esta nueva economía P2P puedo recurrir a un particular? Bienvenida a la nueva era de una renovada economía sumergida. Cuando las cosas van mal, he aquí una posibilidad de sobrevivir.

Claro que la economía tradicional se va a volver loca con esta explosión de servicios P2P. Albert Cañigueral, alguien referente en estas cosas del consumo colaborativo, ya ha escrito en varias ocasiones sobre la necesidad de regular todo esto. Pero me temo que la regulación debería acabar afectando a cualquier recurso ocioso que un humano posea. Cualquiera. Porque a nadie se le escapa que si a mí me hace falta y tú lo tienes, ¿por qué no hablamos de que pueda comprártelo, siempre que sea más barato de como el comercio tradicional me lo ofrecería?

Y dicho lo anterior, ¿que postura debe tomar el comercio tradicional? Hablo de «comercio» en su más amplio sentido, sea online, a pie de calle o como queráis imaginarlo. Por «tradicional» hablo del que paga impuestos y se gestiona como empresa. ¿Deben aliarse o entablar una batalla contra el mundo? Se están jugando su futuro. Profesionales contra amateurs. Los unos viven de ello, los otros pudiera ser que… ¡también! Los unos dentro de la legalidad vigente, los otros en la alegalidad o en la ilegalidad.

Ya lo decía el otro día a cuenta del último libro de Rifkin: quizá el capitalismo ha bajado de tal forma pie de calle que ha conseguido embelesar a una inmensa mayoría de ciudadanas y ciudadanos. Sí, les ha dicho: No seáis tontos, podéis hacer negocio con vuestras vidas. En su más profundo sentido. Sea vendiendo tus córneas o tus riñones (cómo me acuerdo de Soft Power, de María ptqk) ofreciendo el maletero de tu coche o ese rincón inutilizado de tu casa. Contribuirás a un mejor uso de los recursos con que contamos en este planeta. Las generaciones venideras te lo agradecerán. Así de complicado está todo. ¡Reinventa en tu beneficio el biopoder!

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6 comentarios

Isabel 29/09/2014 - 11:04

Uf, que complejidad de tema y cuantas puertas abres. Con lo de vender los riñones me has recordado un caso de hace unos años en el que “agilizó” una revisión de una cadena perpetua en EEUU.

Por otro lado, si bien es cierto que parece que hemos interiorizado el capitalismo en nuestro día a día, también recuerda a formas de intercambio libre que funcionaban no hace tanto y que se fueron perdiendo bajo la tutela del estado, una tutela que ahora también comprobamos que no funciona ya que se abandona a la ciudadanía en relación a derechos y servicios básicos para que el monstruo se alimente a sí mismo. Es cierto que si no se tributa no hay financiación pero la pregunta es otra, ¿qué se ha estado haciendo, y se hace, con lo que se recauda? Yo estoy de acuerdo en que subvenciones no, a ningún sector (y no olvidemos que “los grandes” son los más subvencionados, directa e indirectamente) pero, entonces, no nos pidan el dinero, déjennos organizarnos.

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Julen 30/09/2014 - 06:49

Bufff, vaya caso el que compartes. Complejísimo asunto. Respecto a los impuestos, al final acabamos perdiendo trazabilidad. No hay manera de que sepamos qué pasa con ellos. Y eso genera mucha desconfianza. Así que la economía directa, sin impuestos, puede aparecer como algo más transparente. Eso sí, seguimos necesitando «cosas públicas». ¿Las tendrá que gestionar el estado obligatoriamente? Pudiera ser que no. De todas formas, un buen lío 😉

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Juana 29/09/2014 - 12:18

Al final lo complejo es ¿cómo se distribuyen los impuestos? … es que ante tanta economía «rara» (la verdad, yo no la llamaría sumergida) ¿cómo repartimos? …

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Julen 30/09/2014 - 06:46

Juana, parece que lo «raro» se extiende cada vez más. A lo mejor el estado ya no puede controlar lo que antes sí podía. La interfaz «empresa» se ve superada por la economía directa y ahí «controlar» es casi imposible. Veremos cómo avanza todo esto.

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Sylvia 29/09/2014 - 16:38

Es tendencia y la gente se lanza a ello ante los precios bajos, pero el consumidor debe saber si hay un mínimo de calidad en el servicio y que no podrá recurrir a ningún lado en el caso de que no se realice en condiciones óptimas… falta ese control de calidad y ahí es donde debe intentar ganar la economía tradicional

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Julen 30/09/2014 - 06:45

Me temo que «ganar» va a ser complicado. Más pienso en que los dos modelos encuentren cada uno su espacio y se complementen. Aunque difícil está, desde luego.

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