Economía colaborativa = capitalismo extremo

He comenzado a leer el nuevo libro de Jeremy Rifkin: La sociedad de coste marginal cero. Reconozco que me he aficionado a los libros de este hombre. Cada cierto tiempo vuelve a la carga con sus propuestas. Acierte o no, no cabe duda de que sus análisis tienen ese punto sugerente que, al menos a mí, me deja pensativo. En este blog hemos escrito unas cuantas veces en torno a él. Por detrás, claro está, tiene todo un entramado, The Foundation on Economic Trends, con medios suficientes como para que sus propuestas estén bien documentadas. Y ya sabéis que este tipo se codea con la flor y nata del poder político y económico a nivel mundial. Todo ello hace que haya que leer con interés sus libros, pero también ¡con sentido crítico!

Dicho lo anterior, las primeras páginas del libro encierran un análisis cuando menos estimulante. Viene a decir en el primer capítulo, que titula El gran cambio de paradigma: del capitalismo de mercado al procomún colaborativo, que todo este gran fenómeno de la economía colaborativo podría interpretarse como el resultado de una hipertrofia del capitalismo (me permito, con lo de «hipertrofia», utilizar un término muy del discurso de Gilles Lipovetsky).

Hoy, prácticamente todos los aspectos de nuestra vida diaria están relacionados de algún modo con intercambios comerciales. El mercado nos define. Y aquí radica la contradicción. Es precisamente esta lógica operativa del capitalismo la que hará que muera de éxito.

Aunque Rifkin dirige su argumentación al «coste marginal cero» en la generación de productos y servicios debido a una hipotética tendencia a la hiperficiencia, yo me quedo con otra reflexión más simple que comparto aquí. La economía colaborativa, la del compartir, ¿representa de alguna forma la expresión máxima del capitalismo donde cada cual dispone de capacidades que puede explotar comercialmente? Es decir, ¿ha conseguido el capitalismo inocularnos el virus de «valor de mercado» a cualquier cosa que poseemos, sea material o inmaterial?

Hace tiempo escribí las claras diferencias entre las propuestas de Couchsurfing o TravBuddy frente a otras que llegan hoy con gran ruido mediático como es el caso de airbnb: trueque frente a dinero. De repente, en una economía que nos lanza contra la inseguridad extrema, cada cual debe buscarse la vida. ¿Y qué tiene a mano? Ciertos recursos ociosos que podría explotar mejor si accediera a información que le dijera quién los puede necesitar y estaría dispuesto a pagar por ellos. ¿La conclusión? Economía colaborativa desbocada. Pero no tanto a través de una idea altruista sino de pura necesidad personal.

Aquí lo dejo porque el libro me va a dar mucho que pensar… ¡y que escribir! Nos seguimos leyendo. De momento, dejo aquí esta primera reflexión.

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La imagen para la home del blog está tomada de Flickr.