1500 kilómetros de bici de montaña: Trans Euskal Herria

Vamos con una primera valoración de la ruta ahora que estamos ya en casa. Después de 23 días pedaleando son muchas las anécdotas, detalles y matices que podemos contar. No resulta fácil elegir bien pero por algún sitio hay que empezar. Allá vamos.

La ruta, como no podía ser de otra manera, está muy condicionada por la orografía del terreno que recorre. O sea, que prepárate para subidas y bajadas, hoy sí y mañana también. Pero ojo, que tendrás tiempo de usar el plato grande y el piñón pequeño cuando te acerques a la ribera del Ebro. Mil quinientos son muchos kilómetros como para encontrar diversidad de paisajes, terrenos y maneras de practicar la bici de montaña.

No me queda ninguna duda de que es una ruta bien bonita. Hacerla pasar por la mayor parte de nuestros parajes naturales te asegura que la experiencia será hermosa. Tendrás paisaje de costa, podrás observar las grandes cumbres pirenaicas, pedalearás por silenciosos hayedos, alucinarás con las peculiares formaciones de las Bardenas Reales o disfrutarás de kilómetros de senderos entre robles, encinas y otros árboles de estas latitudes.

Seguramente es una ruta para no recorrerla de un tirón, como he hecho yo. El diseño de las etapas a veces parece empeñado en cada una de ellas sea una experiencia única. Y la ruta así de seguido no da tregua. Después de un etapón viene otro y no esperes que el tercer día cambie el panorama. A lo mejor se echa en falta algo de «respiro» entre unas y otras. Pero también es cierto que debería servir con aflojar la marcha. Aunque cuando la cuesta se empina es difícil regular porque o das todo lo que llevas o no la subes.

Si quieres pedalear y no empujar la bici, ten en cuenta que esta no es una ruta para ir cargado por un par de hermosas alforjas. Peso encima, ¡el mínimo! Vete en forma porque si no, se te va a hacer aún más dura. Hay algunos tramos largos de empujar, en subida y en bajada. Si le añades la incomodidad de las alforjas, peor aún. Ojo, que si vas en muy buena forma y no llevas mucho peso a lo mejor lo que yo he visto inciclable resulta que no lo es tanto. Tendrás tramos no ciclabes en la llegada a Lalastra, en la bajada al arroyo Palacios desde Vallegrull, a la salida de Uharte-Arakil, en la zona de San Adrián (ojo si ha llovido porque las piedras son una pista de patinaje)…

Desde luego que los desniveles son importantes. En mi caso, en un par de etapas por encima de los dos mil metros acumulados. Y otras seis más que pasan de los mil quinientos. O sea, que no es broma. En la mayor parte de las etapas hay que pedalear duro hacia arriba y no siempre las bajadas son para relajarse y disfrutar en plan verano azul. También las hay técnicas, de las poner todos tus sentidos en lo que haces. Si ha llovido, un extra más de prudencia no te vendrá mal.

La ruta te conducirá a ciertos momentos «mágicos». Tú decidirás cuáles son. Pero seguro que los acabarás encontrando. Pueden tener que ver con el entorno por el que pedaleas, con gente que conoces o con recuerdos que te evoquen. Cada cual mete en su hucha sensaciones personales que hacen la ruta diferente. Pero ten en cuenta que pasarás por la sierra de Abodi, el bosque pintado de Oma, San Juan de Gaztelugatxe, la ermita de San Lorenzo y el desfiladero del Río Purón en el Parque Natural de Valderejo, San Adrián y el camino de Santiago, San Miguel de Aralar, las Bardenas Reales…

En mi caso por supuesto que he «disfrutado» de sensaciones especiales. A veces relacionadas con dificultades añadidas como el tormentón mañanero que afrontamos Alberto y yo subiendo hacia el nacimiento del Nervión y la intensa niebla junto al cortado, el barrizal espectacular camino de Legutio junto al embalse de Albina, el barro achocolatado de un vadeo tras Castildetierra en las Bardenas Reales o la risa -no quedaba otra defensa- ante alguna que otra cuesta inciclable. Pero también inmensas han sido las sensaciones al salir de la niebla en la Sierra de Andía tras subir de Unanu, en el entorno de San Adrián, en la subida a la Aralar, en los prados abiertos de Urbasa y Entzia, en una enorme bajada hasta Uharte-Arakil o hasta en el santuario de Iñaki Gorostidi.

En fin, ya iré escribiendo más detalles en otros posts porque hay mucho para contar. Lo iremos suministrando en sucesivas entregas. Tengo hechas mis listas de hitos, tramos no ciclabes, senderos, rampones demoniacos, lugares con vistas panorámicas, momentos «especiales», problemas con el track, detalles en alojamientos, compañía humana, problemas mecánicos y de salud…. Ya veis, mucha tela que cortar.

Y termino con las personas que me han acompañado. En las cuatro primeras etapas toda la troupe de ibiltaris que se han currado parte del diseño y que son a quienes hay que agradecer que la ruta exista: Mikel, Agustín, Lander, Oskar y Alberto entre otros. También se vino Inaxio amigo de Agustín a pedalear desde Lesaka. Luego, por supuesto, Transandalus Fran y sus colegas Alberto y Ricardo. Todo un lujo su alegría que me acompañó los siete primeros días. Mi colega Alberto se vino a pedalear otros tres días y a compartir el tormentón en Orduña, además de aguantar mi mala hostia por problemillas de salud. Y por fin Vicent y Ángel, que cogieron la furgoneta en Gandía y se plantaron en Alsasua para hacer el subidón de su vida a Aralar y otras dos etapas más hasta Urturi.

Y después está esa gente con la que he compartido conversación en agroturismos, bares o en la ruta misma. Reyes, Cristina, el chaval que nos arregló las bicis en Urbasa, la señora que me puso el bocata en Figarol, el abuelete ciclista de Urturi y tanta gente que hace que la ruta no solo sea, menos mal, dar pedales.

Datos globales de la ruta

• Tiempo de pedaleo: 110 horas 52 minutos
• Distancia recorrida: 1.441,78 kilómetros
• Desnivel acumulado: 25.847 metros
• Velocidad media: 13,07 km/h
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