Junto a la muerte (apología del suicidio)

by Julen

Este texto fue originalmente publicado en la revista El Rincón de Quasimodo en 1984.

Soy un desequilibrado hundido en su propia miseria. Esta es la primera vez que me he suicidado, he roto por fin amarras con el mundo. Estoy en el vacío de la nada, del sinsentido. Voy hacia una perdición largo tiempo añorada, hacia un final que nunca llega. Estoy destrozando el ser, el último reducto de mi mismidad y el último consuelo de mi desgracia. Y todo esto con la serenidad que da saberse derrotado; la eterna espera. Me hundo en la apatía, en el fondo de la muerte, esperando un algo que se desvanece en la imaginación. Todo es ridículo desde aquí. La apariencia es la única defensa contra tanto dolor malgastado. ¿Por qué?

No hay respuesta para la incoherencia. Tampoco Dios existe, no hay nada en el tiempo, no hay luz en las tinieblas como no hay vida en la muerte. No hay aire que respirar ni piel que acariciar. No hay realidad desde la que llorar, no quedan ideales ni héroes. Todo se acaba; todo, incluso el odio. No hay piedras en el camino, no hay dolor en ti, no hay gente a tu alrededor. Ha desaparecido la historia, no hay hechos, ni siquiera voz en tu garganta. Un inmenso nudo imposible de desatar; no hay fuerza de voluntad sobre la tierra.

Hasta tu mejor amigo te ha despreciado. En la senda del mal no hay verdad, no hay puertas que abrir ni paredes de metal. No queda ningún aliciente al que aferrarse, no eres tú, ya no eres nadie. La vida es el gran engaño, el fracaso de tu locura, la punta del iceberg que se derrite día a día, golpe a golpe, del todo a la nada.

«Yo te doy potestad para matar, para engañar a la vida como se te antoje. Yo te concedo el odio más eterno y profundo por tus semejantes. No obstante, doy mi consentimiento para que vivas, para que sigas adelante caiga quien caiga. Estás en tu derecho; yo no puedo impedir que vivas. Pero estaré detrás de ti para ridiculizar tu error, para detener tu huida. Tendrás que pagarme por ser tu héroe. Soy tu ídolo demacrado, la imagen de tu fracaso, el consuelo de un suicidio real, de un accidente fatal en aquel automóvil de luto. Soy tu permanente contradicción, el punto de partida de tu confusión que renace en estos momentos de crisis. Yo sé que tú sufres y eso me reconforta. Te agradezco tu dolor, tu imbecilidad: me han dicho que soy tu ídolo. Ahora ya sabes quién soy y me puedes matar y odiar, pero ten cuidado y no rompas el espejo porque ahí estoy yo, en el vacío, justamente a tu lado, donde no me ves. Ahora sabes que no podrás fiarte de mí, ni tú ni nadie. Piensa en tu fracaso, no me mates, carga con tu cruz y humíllate ante mí. Te juro que no es difícil morir. Pruébalo, disfruta la muerte como nunca antes lo hizo nadie.»

Estas líneas están dedicadas a la memoria de Ian Curtis en el cuarto aniversario de su muerte, acaecida el 17 de mayo de 1980. El que fuera voz solista de Joy Division se suicidó ahorcándose. Descanse en paz.

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