Niebla otra vez

by Julen

Astrain nieblaLa tocas con la mano. Extiendes el brazo en busca de su caricia. Lleva contigo un tiempo y no quieres desaprovechar la ocasión. Calmada, silente, como siempre amiga. El frío de la noche te anticipó ayer su visita. Y esta mañana no ha defraudado. Ahí estaba, gris, inmensa, acaramelada para darte la bienvenida.

Sabes que más allá queda el resto del mundo. Lo sabes porque la memoria no renuncia a la realidad. Pero con tu brazo extendido y la mano abierta, tu palma hacia arriba se impregna del momento. Atrapada en esa cárcel traslúcida das los primeros pasos. Caminas despacio, sin rumbo, solo por el gusto de sentir el contacto. Tu cara, tu mejilla, tus labios.

Da igual levantar la vista o dejarla baja. Es todo uno. Un paisaje en gris y ausencia. Una mañana de un verano que termina. Un ritual que te envuelve de paz. La brisa se ha escondido. Las gotas de agua juguetean entre las hierbas, a sabiendas de que su fin está cerca, con el sol. Pero sigues el sendero, da igual que sepas el final. Lágrimas y gotas del rocío, amistad eterna.

La espesura crece. Conoces de sobra dónde acaba el camino. Allí arriba donde la niebla renuncia a subir, perezosa. Ella prefiere la intimidad de la tierra y el contacto con tus dedos. Consciente de sus limitaciones nunca se atrevería a acompañarte hasta arriba. Humilde y nostálgica morirá a última hora de la mañana. Otra vez.

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