El imposible arreglo entre taxistas y Uber

Los servicios tradicionales de taxis y Uber representan, como modelos de negocio, dos épocas diferentes. Y cuando chocan en un mercado de dimensión limitada, saltan chispas. El gran problema viene del acceso salvaje de los nuevos negocios a un mercado que no cuenta con regulación para ello. Cuando digo «salvaje» me refiero al radical cambio de escala que supone el acceso a información digital. Nada que ver con aquello de compartir gastos de viaje que todos buscamos cuando andábamos justos de dinero.

Conste que hay que distinguir entre este litigio de los taxistas contra Uber y otro tipo de propuestas relacionadas con los sistemas inteligentes de transporte y que, sí o sí, tienen que avanzar en nuestra sociedad. De hecho este es uno de los grandes objetivos de mejora en eficiencia que afrontamos y que tiene que ver, en gran parte, con un uso «inteligente» de la información sobre disponibilidad de medios de transporte. No podemos permitirnos, como sociedad, malgastar recursos como lo hacemos a día de hoy con el automóvil.

Sin embargo, Uber plantea un negocio que necesita ya una regulación. En Estados Unidos la empresa ha afrontado un buen número de demandas en diferentes ciudades. Tarde o temprano quienes forman parte del «sistema oficial» (condiciones legales e impuestos de por medio) se acaban quejando de competencia desleal. El caso es que Uber lo que ha terminado por ofrecer es que ganes dinero con un recurso «excedentario» que quizá posees: tu vehículo.

Cuando clasificamos los mil y un ejemplos de economía colaborativa vemos que conviven bajo este paraguas modelos diferentes. Ten en cuenta que la oferta es ya hoy descomunal, como puedes comprobar en este directorio de proyectos. De hecho la gran diferencia tiene que ver básicamente con que la propuesta incorpore lucro o no, como ya explicábamos al hilo del problema entre Blablacar y Fenebús. El matiz es importante porque no es lo mismo compartir un gasto que «hacer negocio» añadiendo lucro a la transacción. Ahí entramos en terreno delicado porque enseguida surge el Tío Gilito que al parecer todos llevamos dentro.

Si yo fuera taxista pelearía contra Uber, lo tengo claro. Porque las condiciones en que operan para ganar dinero (tanto los «particulares» como la empresa Uber) son muy desiguales. Hace falta regulación, como muy bien ha propuesto Albert Cañigüeral, en este magnífico artículo: 7 claves para regular el consumo colaborativo. Como bien dice, puede que haya que ir a soluciones locales e incluso con cierto grado de autorregulación, pero sea como sea, esto necesita regulación.