El sentido del trabajo… que desapareció

by Julen

DecrepitudHacía tiempo que no me paraba a leer uno de los artículos de @Yoriento, ese fenómeno de las redes sociales, en su blog. Esta vez lo he hecho con el que ha titulado: 12 ideas para no buscar trabajo. Como siempre, estimulante. El título, faltaría más, sirve para captar atención. Luego la URL que tiene por detrás te da la solución al añadir otras dos palabras: «y emprender».

Por otra parte, en estos días estoy leyendo también un libro que tenía pendiente desde hace tiempo, como por cierto ya comentaba ayer: La Fageda. Historia de una locura empresarial social y rentable. ¿Qué encuentro común en estas dos referencias? El sentido del trabajo, pero con dos ópticas muy diferentes, ambas a considerar. Me explico.

La teoría del sensemaking ha estado aquí desde hace tiempo. Sea en el campo de la interacción de las personas con las máquinas, en las ciencias de la información o en materia de trabajo y de las organizaciones en las que lo desarrollamos. En este último campo la referencia es Karl E. Weick, quien escribió un par de libros -pendiente por mi parte aún- que son la base de esta teoría. Para no liarnos mucho, citamos la Wikipedia:

In organization studies, the concept of sensemaking was first used to focus attention on the largely cognitive activity of framing experienced situations as meaningful. It is a collaborative process of creating shared awareness and understanding out of different individuals’ perspectives and varied interests. The work of Weick in particular has dealt with sensemaking at the organizational level, providing insight into factors that surface as organizations address either uncertain or ambiguous situations.

Las personas otorgamos diferente valor al trabajo y entre todas y todos componemos un sentido colectivo. Para unos es «su vida», para otros «un medio para ganarse la vida» y hay quien lo considera un «castigo divino». Claro que la propia definición de «trabajo» admite muchas acepciones. Muchos autores coinciden en que el trabajo, tal como lo conocimos, se muere. Jeremy Rifkin tiene un libro con el título más directo: El fin del trabajo. Pero, de nuevo, ¿de qué trabajo hablamos? Del trabajo que las generaciones que nacieron antes de los años 80 conocieron. Un trabajo donde había una parte contratante y una parte contratada. Ahora, nos dicen, ese modelo termina. Pero no es tan simple.

Las empresas necesitan personas. Pero el vínculo que establecen con ellas pende del hilo de la competitividad del negocio. La empresa ya no es eje vertebrador de nuestras vidas. La persona es ahora más que nunca un recurso prescindible. Se es más competitivo si produces lo mismo o más con menos gente. Las máquinas y la automatización de tareas eliminan puestos de trabajo que quedan obsoletos. Pero las modernas técnicas de management hacen lo mismo a partir de las mejores ideas de sus empleados. Dime cómo hacemos esto en menos tiempo para que tú conserves tu puesto de trabajo y otros, menos comprometidos que tú, se vayan al paro.

Emprender es ahora, por tanto, la gran solución. Como quiera que no puedes fiarte de la parte empleadora y que el trabajo desaparece, no te queda sino construir tu futuro. No hay anclas, no hay referencias. Solo tú. De ti depende. Si antes tuviste jefes ahora tendrás inversores. Antes eras empleado y ahora eres emprendedor. ¿Dos caras de la misma moneda? ¿Por qué emprendedor? Porque si no lo eres, nadie te va a dar ese empleo que antes existió. Ahora ha desaparecido. Y el poco que queda está en busca y captura y puede que sea condenado a muerte.

La loa acrítica del emprendizaje da miedo. Porque pone sobre la mesa una falta de empatía preocupante. En pleno darwinismo social, quienes no tengan esas aptitudes corren riesgo de exclusión. Se nos impele a resolver nuestra propia economía. Pero, ¿hasta dónde es una opción y hasta dónde una obligación? Porque este futuro de que cada cual se busque las habichuelas es el máximo exponente de que el mundo se deshumaniza. No importa cooperar sino competir. Tú eres tu producto. El mensaje es: ¡compite o acabarás siendo un paria!

Yoriento maneja buenos argumentos y los utiliza con finura. No busques trabajo… porque no lo hay, le faltaba decir. Por eso, cuando dice «emprende» no hace sino reconocer que esta opción es una buena salida hoy en día. Irrefutable desde la lógica de lo inmediato. ¿Pero no hay una corriente de fondo para que la entendamos si no como la única sí como la mejor? ¿Y es inocua esta corriente? Es entonces cuando estamos fracasando porque no somos capaces de hacer empatía. En La Fageda trabajan enfermos mentales y gente con discapacidad intelectual. El que estas personas obtengan sentido del trabajo que realizan eleva su autoestima. Por supuesto es un trabajo que alguien ha pensado para ellos… al menos en origen. Luego, una vez manos a la obra, quién sabe lo que allí puede suceder.

Las personas obtenemos sentido del trabajo de diferentes maneras. Hoy elevamos al altar a quienes emprenden. Y después la ciudadanía de segunda clase, la que no emprende, esta ahí para morder el polvo. El mensaje es tan cruel como éste: Tú te lo has buscado. Es tu culpa si no te autoempleas. Mientras, según parece, el mundo progresa adecuadamente. Y las desigualdades crecen. Ricos más ricos, pobres más pobres. Emprendedores más ensalzados, empleados más criticados. Se nos vende un sentido único del trabajo: sólo el que tú creas -de creer y de crear- merece la pena. Amén.

Y termino con una cita de Richard Sennett en La corrosión del carácter:

La cultura moderna del riesgo se caracteriza porque no moverse es sinónimo de fracaso, y la estabilidad parece casi una muerte en vida. Por lo tanto, el destino importa menos que el acto de partir. Inmensas fuerzas económicas y sociales dan forma a la insistencia de marcharse; el desorden de las instituciones, el sistema de producción flexible, realidad materiales que se hacen a la mar. Quedarse quieto equivales a quedarse fuera de juego.

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Nota.- Este artículo en parte es mi contribución a un diálogo en Twitter en el que participábamos Jesús Fernández, Alfonso Alcántara, Aitor Calero, Raúl Hernández y Luis Carrasco. Digo «en parte» porque ya estaba escrito en buena medida cuando surgió la conversación.

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7 comentarios

Yoriento 30/12/2013 - 10:18

Julen, para mí el verdadero debate no está tanto en ‘el sentido’ del trabajo como en el valor cotidiano del trabajo y en la motivación a su alrededor.

BF Skinner en su «Walden Dos» propuso una comunidad en la que la remuneración o salario de cada actividad laboral dependiera especialmente de la demanda: las ocupaciones que más personas querían desempeñar, generalmente más fáciles o que requería menos cualificación, ofrecían ingresos más bajos. Curiosamente, en esa comunidad abstracta compuesta por grandes profesionales, científicos, etc. lavar los platos era una actividad muy bien remunerada porque nadie quería hacerla.

Esta reflexión teórica de ingeniería social tiene relación con lo que comentó Aitor en Twitter: hay que implantar un salario social para «normalizar» el mercado de trabajo sacando a los que no ‘quieren’ trabajar a la vez que, añado yo, se cubren también las necesidades de los que no pueden hacerlo.

Emprender recibe mucha atención y ha generado mucha reputación en una sociedad de la dependencia del trabajo por cuenta ajena porque está muy bien remunerada si se tiene éxito y porque es una OPCIÓN en un contexto donde la OBLIGACIÓN por defecto es trabajar para otros, generalmente con mucha menor motivación.

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Julen 30/12/2013 - 17:31

Dices bien, pero a mí lo que me mosquea es que ese discurso de que tu futuro depende solo de ti conduce a una sociedad ultracompetitiva. En ese sentido, por ejemplo, me interesan mucho más otros planteamientos que miran al bien común y al progreso colectivo. A veces «el emprendedor» se vende como una especie de macho alfa pleno de sentido épico que me resulta vomitivo.

Por cierto, también creo que deberíamos matizar eso que digo de que desaparece el trabajo por cuenta ajena. Seríamos más estrictos si decimos que se devalúa hasta tal grado que parece una commodity por la que no hay que pagar demasiado y que se tira cuando se ha usado bastante.

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Yoriento 30/12/2013 - 17:59

Ese equilibrio entre tomar iniciativa individual y colaborar para una sociedad más igualitaria, lo mismo no lo encontramos en 2014 todavía 😉

En todo caso, la globalización ha reducido la pobreza mundial a costa, supongo, de aumentar la distancia entre los que menos ingresan y los más pudientes. Hay menos pobres a costa de que más gente esté más cerca cada vez de la línea que marca la pobreza.

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J.G. del Sol 30/12/2013 - 20:12

Los salarios bajos vienen también impulsados por «emprendedores» aislados y con proyectos pobres, cortos de vista y con perspectiva de mera supervivencia. Es de cajón. Los otros impulsores son los financiadores, que crías de los mismos engendros demoníacos que nos gobiernan, sólo ven gastos de personal, no inversión ni «capital» humano.

Pero quería comentar algo más general: la gente sigue soñando con su carrera profesional, y afortunadamente (lo siento Alfonso) son pocos los que se dejan ensoñar con el emprendizaje como modo de conseguir enrolarse en ella. Seguimos queriendo poder avanzar a lo largo de la vida, y meterse a un negocio, y más a un «emprendizaje» por hablar en modernés, sigue siendo visto como una carretera de tres vías,a cual más estrecha: fracaso con deudas, éxito y quedarse regentando el negocio la mitad de la vida ganando cada año lo mismo, o éxito fulgurante de machito alfa entre machitos alfa (o hembras alfa,lo mismo da). Y ninguna de esas vías da lugar a un avance personal del estilo de lo que hemos visto en nuestras familias (no,creo que la mayoría no «ansía» ser un Zuckerberg). Porque ¿cuántos «gurús» han tenido más de 1-2 éxitos? ¿Es apasionante la vida de «empresario nómada» saliendo de 20 empresas a los 65 sin ser parte real,sentimental,de ninguna y sin pensión? Es decir, creo que muchos,además de ver la opción de hacerse autónomo se preguntan si con ello va a realizarse y qué coste va a tener esa modalidad de autorrealización.Y en eso,hasta ahora,en la mayor parte del mundo desarrollado y para la mayor parte de las personas,el trabajo DIGNO por cuenta ajena no tiene rival. Bueno,sí: el trabajo público DIGNO (para quienes tienen,por ejemplo, vocación de servicio [¿Se pregunta al asesorar a alguien para un nuevo negocio si quiere servir?¿O sólo se calculan cuántos negocios X hay en la zona y la demanda que no satisfacen? Por preguntar,porque a lo mejor si los únicos establecimientos de éxito son bares y grandes almacenes, tenemos justamente el país,los sueldos y la deuda, déficit, etc., que queremos, pero ya me he enrollado demasiado]).

Sí, Julen, es justo el trabajo DIGNO lo que está desapareciendo. Gripemos uno de los motores de esa tendencia: apóyense SÓLO proyectos de emprendizaje sólidos y que creen empleo.Saldrán,y con ellos,con emprendedores que superen internamente y de forma natural todas esas preguntas,se harían mejores empresas (económica y seguro,moralmente hablando). O, apóyense las uniones de emprendedores aislados para proyectos mayores que esa suma.

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Julen 31/12/2013 - 06:11

Buena argumentación, joven. Yo creo que «digno» es un buen adjetivo para prevenir desvaríos, ¿verdad? 😉

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Anónimo 04/01/2014 - 17:30 Responder

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