Hablando de conocimiento con el Club 400 de Euskalit

by Julen

The Secret Bench of KnowledgeLa semana pasada me invitaron a una jornada de trabajo con organizaciones del Club 400 de Euskalit. El motivo: compartir enfoque y prácticas sobre gestión del conocimiento. El Club 400 agrupa a entidades que han obtenido Q de oro o Q de plata (Premio Vasco a la Excelencia)  en evaluaciones EFQM. Dicho en forma sencilla son organizaciones que trabajan con este modelo y que siempre andan preocupadas por la calidad de sus modelos de gestión. Proceden de diversos sectores. Allí estuvo gente de empresas industriales, servicios sociales, construcción, seguros o algún que otro centro tecnológico, para que veáis la diversidad.

Se expuso también una práctica muy destacada: la de Ezagutza y Hobe+, de la comarca Bilbao de Oskidetza. Se trata, no cabe duda, de una de las experiencias más potentes de utilización de soportes de web social para facilitar la transferencia de conocimiento. Como siempre, cuando uno lo ve «rodando» siempre acaba preguntándose, como lo hacía Patxi Pardo, de Euskalit, por qué funciona. Porque, de hecho, todas hemos visto otros muchos ejemplos que no han funcionado. No se trata de la herramienta ni mucho menos sino de la táctica y de otras cuestiones previas. Por cierto, ya comentábamos el otro día que los de McKinsey andan dándole vueltas al asunto.

En mi caso recupere apuntes de presentaciones anteriores sobre conocimiento y centré mi exposición en explicar las nuevas dinámicas de conocimiento abierto que han explotado en fechas recientes. Mi pregunta de partida era: ¿podemos trabajar con el conocimiento como lo hacíamos hace 10 años? Me temo que no. El hecho está aquí: personas e instituciones se han abierto. Las prácticas de extimidad y la capacidad de indexación de los buscadores abren las organizaciones. Ante un panorama de abundancia y no de escasez, la forma de trabajar el conocimiento cambia.

Los ejemplos están ahí: sea el OpenCourseWare del MIT, la Wikipedia, Local Motors o un simple concurso de diseño de una empresa industrial. El conocimiento se abre: de fuera adentro y de dentro afuera. Los flujos se intensifican porque el mundo se hace más líquido, bendecido por Zygmunt Bauman y sus seguidores. En este escenario hay que decidir por cuál de las dos características contradictorias del conocimiento queremos optar: por almacenarlo o por hacerlo fluir. El dilema es complicado. Almacenar implica documentar y explicitar. Fluir implica facilitar el acceso y priorizar la conversación.

Detrás de todo ello subyace la pregunta de hasta dónde se puede gestionar el conocimiento. En la medida en que hablamos de personas es ahí donde hay que comenzar. El conocimiento es entrada y salida -en términos de proceso EFQM- y son las personas las que lo hacen realidad. Quizá no tanto desde una perspectiva dato-información-conocimiento sino desde un enfoque que agrupe también el deseo y la emoción. Trabajar con conocimiento es enfrentarse al saber, querer y poder. No sirve con saber y querer compartir, hay que poder. Y ahí entran en juego plataformas y herramientas. Pero lo primero es lo primero: saber y querer.

Algunas de las empresas que estaban presentes se sentían, como es natural, algo descolocadas cuando insistía en que el conocimiento se ha abierto. La denominada «sharing economy» crece en volumen al igual que los proyectos de consumo colaborativo o el interés por acceder no solo al producto sino al código con que está fabricado. El Do It Yourself necesita conocimiento «interno» y comprensión sobre cómo se hacen las cosas. Este conocimiento antes protegido a ultranza en documentos internos de proceso de, por ejemplo, las empresas industriales, resulta que ahora salta por los aires con casos como los de Local Motors u Open Source Ecology. ¿Quieres un manual de construcción de un vehículo? Pues aquí lo tienes.

En fin, como siempre que hablamos de estas cosas, la conversación nos daría para muchas horas. Al margen de herramientas para favorecer la transferencia, el fondo de la cuestión nos lleva hasta las personas. Lo que saben, lo que quieren hacer y lo que pueden o no compartir. En juego está el tipo de vínculo que establecen con las organizaciones en que trabajan. Y esto hoy en día anda de capa caída. Sí, me temo que estamos ante un problema sistémico. Las organizaciones necesitan compromiso de sus personas para trabajar con su conocimiento, pero el vínculo se resquebraja. Las empresas dejan de vertebrar nuestras vidas (si acaso es la profesión lo que podría sustituirlas) y pasan a un plano utilitarista. O no. Y es por aquí por donde debemos comenzar los cimientos. Las herramientas ya vendrán. Hoy unas, mañana otras.

Os dejo aquí un video que utilizaron en la presentación de Ezagutza y Hobe+.

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