La vara de avellano

by Julen

avellanoCuando tienes siete años, la atención viaja de un sitio a otro. Parece un capricho que se consiga entretenerse más de la cuenta con algo. Casi como si tuviera su propia vida y decidiera qué merece la pena y qué no. En aquel universo, no sé por qué, la vara de avellano ocupaba un lugar destacado. Hoy, con el tiempo, quizá podamos ver en ello un símbolo. Un símbolo a cuyo alrededor se explicaban muchos acontecimientos de la vida rural.

La vara de avellano no era un útil cualquiera. Evidenciaba la meticulosidad de quien la portaba. Amable y agresiva a la vez, para apoyar el paso o golpear a un animal que se empeñaba en no obedecer. Una vara larga, recta, flexible. Una vara suave al tacto, que dejaba que los dedos la recorrieran sin apenas rugosidades. La vara de avellano no era cualquier palo largo, era motivo de análisis y de búsqueda.

Recuerdo su color, marrón oscuro jugando con el negro. A veces veteada pero sin excesos. Apoyada en cualquier lado, cuando no estaba en uso, explicando cómo era la persona que había conseguido crearla. Materia prima apenas transformada. Una lenta labor de domesticación que tenía más que ver con la intensidad de uso que con su transformación. La vara, larga, seria, erguida. También amable. Sí, también amable.

Ver la vara de avellano es ver a su lado a mi abuelo. Es uno de aquellos objetos que lo caracterizaban. De pie, él y su vara de avellano. Pasa el tiempo y me cuesta ver una vara de avellano. Solo manipulando el recuerdo consigo sentirla en las manos. Pero me gusta sentirla. La vara de avellano, aquella que había que cortarla en invierno, con la luna menguante.

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1 comentario

Isabel del Piñal 25/12/2017 - 12:24

Sí. Desearía saber mas sobre la España del S. XIII mas o menos cuando las diferencias eran notables y saltando las 3 varas de avellano ingresaban en el estado de «caballeros». Algunos no lo consiguieron y perdieron su nobleza pasando por debajo de dichas varas al casarse con mujer villana.
Julen, si sabes más, por favor, nos cuentas. Adoro los árboles. Trabajo la madera y tengo una vara de avellano maravillosa procedente del pueblo donde nació mi padre, José del Piñal: Solórzano, Cantabria. Muchas gracias. Isabel

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