Prueba y error, pero ¿por qué no prueba y acierto?

by Julen

All In a Row«Prueba y error» o «ensayo y error», como prefiráis. Algo que nos grabaron a fuego en la literatura del moderno management proactivo, de ese que busca una sana actitud frente al curso de los acontecimientos. Nada de dejarlo de manos de una hiperplanificación que guíe nuestra actividad y nos dicte qué hay que hacer en cada caso. No, porque lo que cuenta es hacer y luego reflexionar. Movimiento, baile, iniciativa, activismo.

Claro que a su lado viaja el todopoderosos «prueba y error». Y junto a él eso de que el fracaso te va curtiendo, de que el fracaso es fuente de aprendizaje, de que solo equivocándote se producen los auténticos aprendizajes. Pero… ¿por qué hay que equivocarse? ¿Y si acertáramos? ¿No es más lógico destapar el lado optimista y pensar que una acción suficientemente bien pensada nos conducirá al acierto?

La expresión surgió durante una sesión de trabajo que compartimos el viernes pasado a cuenta de la tesis doctoral de María Larraza. Creo que fue Alberto Etxeandia quien lo comentó y generó lógicas sonrisas, pero la dejé anotada para darle una vuelta: merecía un post. No es baladí lo que trae por detrás. Porque por mucha convicción personal con la que carguemos las baterías, cualquiera que se sitúe ante esa escena sentirá una presión extra: me voy a equivocar. Y aunque la literatura de gestión lo aguante todo, la tesitura no es nada apetecible.

Probar por probar. Puede que este sea el problema. (Casi) nadie nos dedicamos a esto. Lo que tratamos de hacer es perder el miedo a la acción, pero nada de no pensar bien lo que hacemos. Con las limitaciones del entorno complejo en que nos movemos, pero pensando. Sopesando cuál puede ser la línea de acción más viable en cada caso. Sí, no me cabe ninguna duda: lo que estoy esperando no es «ensayo y error» sino «ensayo y acierto».

Al menos, si el error se produce, sí me gustaría que no arrastrara convicciones y hundiera mi moral o la de la gente que está conmigo. El error es una posibilidad pero no tenemos por qué asignarle mayor grado de probabilidad. De hecho, insisto, debería tener menos probabilidades que el acierto a pesar de las frases lapidarias que nos han vendido. Nadar en una mar donde la probabilidad de naufragar es alta no engancha.

En la reunión del viernes llegó un momento en que la discusión se centró en torno a la forma de intervenir. Si hacerlo más mirando a las personas o al contexto. Si hurgar más en las motivaciones que cada cual trae de casa o si dedicarnos a que esa motivación, sea la que sea, se vuelque en un proyecto colectivo. Son dos miradas diferentes, seguramente las dos necesarias en diferente grado y con diferentes tácticas, según cada caso.

Pero necesitamos éxitos, claro que sí. Porque pequeños éxitos conducen a nuevos éxitos. Las dinámicas de círculos virtuosos. Eso es lo que estamos buscando: causas y efectos que se retroalimentan. Así que, ahí es nada. ¿Equivocarse? Vale, pero en dosis digeribles. Porque el riesgo de intoxicación si sobrepasamos el límite nos puede conducir a un fracaso colectivo de consecuencias peligrosas: la pasividad. Y eso sí que no.

Más artículos sobre estas cosas del hacer y el pensar:

 

Artículos relacionados

2 comentarios

Manel [cumClavis] 06/05/2013 - 05:57

Buen análisis y complejo tema, no sé cuanto tendrá a ver esa tradición semítica que arrastramos en la anticipación [amenaza y evocación] del error. Ha salido este mes de abril un libro de N.N. Taleb : Antifrágil No tiene desperdicio, habla sobre aquellas cosas que no sólo resisten a la adversidad sino que, además, mejoran con ella, sobre la falsa esperanza fundada en el control y sobre la inconveniencia de este. Un saludo!

Responder
Goio Borge 10/05/2013 - 11:59

siempre me ha generado disgusto el concepto de ‘prueba y error’, pero creo que el problema conceptual no está en el ‘error’, como dejas implícito. El problema está en la ‘prueba’, desde luego.

desde hace años existe en disciplinas científicas desarrolladas el llamado ‘diseño de experimentos’, que es la proposición de parámetros y condiciones de contorno que influyen en un experimento concreto, y el planteamiento de pruebas según ese diseño con el objeto de establecer relaciones entre esos parámetros. Para quien los practica, puede parecer sencillo una vez que está muy centrado el objeto de estudio, pero es aplicable en otros sectores y conceptos. A mí es que no me extrañaría incluso que, yoquésé, grandes inversores lo utilizaran para decidir qué experimentos de inversión tienen que hacer. La diversificación de una cartera de inversiones en el fondo recoge estos conceptos, pero su sistemática no suelo leerla asociada a estas metodologías. Por eso creo, a pesar de la generalización, que el concepto no es el mejor ni el adecuado, y que encima en muchos casos ni siquiera es verdad…

Responder

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.