Simplificar la administración electrónica: sí o sí

by Julen

SimplicidadEs curioso que en un curso de cuatro medias jornadas sobre dinamización de equipos que he estado impartiendo para el Gobierno Vasco a través del IVAP hoy haya surgido un debate de lo más animado sobre… ¡la administración electrónica! Parece que la mayor parte de quienes estábamos presentes teníamos algún sucedido en el que evidenciar la complejidad de este tipo de procedimientos.

Sabiendo del volumen de horas, de la inversión y del cariño que mucha gente pone en esto quiero ser prudente con este pequeño artículo que me pongo a escribir. No me cabe la menor duda de que el empeño es titánico. En el más amplio de sus sentidos. En nuestro caso ya tuvimos ocasión de la mano de David Sánchez Bote de colaborar con un equipo de trabajo en Gobierno Vasco para buscar alternativas a los sistemas actuales de firma electrónica. Y el trabajo de Iñaki Ortiz y mucha otra gente que trabaja con él no puede sino ser reconocido… pero vayamos con nuestros cuatro apuntes derivados del pequeño debate de hoy. Todo sea por si supone una pequeña contribución a ese gran objetivo.

La primera cuestión es cómo resolver el problema de la farragosidad a la que estos sistemas se ven abocados una y otra vez. Se ponía el ejemplo de un grupo de personas con su doctorado que no se aclaraban con los procedimientos. Yo mismo me considero un auténtico fracasado tras varios intentos. Mi DNI electrónico yace enterrado bajo unas cuantas capas de escepticismo y mi firma digital obtenida en la Agencia Tributaria resulta que no me sirve en según que sitios. Son golpes que te van enseñando que o se simplifica el asunto o el porcentaje de uso tenderá a ser ridículo.

Así que no queda otra que aplicar a rajatabla la navaja de Ockham: siempre la opción más sencilla. Y entiendo que esto encara el gran problema de equilibrar sencillez con garantía de identificación. Pero cuando las prácticas sociales de registro de usuarios han ganado terreno (con claroscuros evidentemente) para simplificarse, resulta que la identificación «oficial» ante la Administración se ha seguido complicando. Supongo, como digo, que tendrá que ver con un sistema que pretende ser garantista al máximo. Pero «al máximo» significa «de uso ridículo».

¿No es posible simplificar el acceso? Cuando entidades como los bancos nos piden identificación, ellos también deben andar preocupados de que seamos quienes decimos que somos. Algo se podrá hacer en colaboración. Pero si la garantía quiere maximizarse el asunto es que se va a dar de bruces con unas prácticas a las que la ciudadanía no accederá por el esfuerzo que supone.

Otro asunto que lo estropea todo aún más es que los sistemas de identificación con tarjeta no disponen de lectores por defecto en los equipos que compramos. Es decir, ese estándar físico que es la tarjeta no es un estándar real de hardware. Y no veas el daño que para mí hace esto. Tienes que adquirir un equipamiento añadido que no forma parte de la cacharrería habitual. A lo mejor hay que empezar por aquí: ¿tiene sentido esforzarse para que nos identifiquemos mediante un objeto físico que no viene por defecto con un equipo estándar?

Sé que estoy diciendo generalidades y que esto no requiere un artículo así en un blog sino un sesudo análisis bien profundo, pero como ha salido el tema en el curso, dejo aquí algunas ideas que me vienen a la cabeza por si a alguien le pueden venir bien:

  1. Quienes usan el sistema debieran estar presentes en el origen del proceso. Van a ser la prueba final de que funciona (o no) el sistema. Mejor incorporar ese factor desde el comienzo.
  2. Me parece que estamos ante la típica aplicación donde el enfoque de design thinking podría hacer mucho bien. Sobre todo porque hay buena parte de aspectos no estrictamente técnicos que hay que considerar para que al final del camino, la tecnología se utilice.
  3. No creo sinceramente que es imposible generalizar el uso de un soporte físico que necesita una compra adicional por parte de la ciudadanía porque no viene por defecto en los equipos habituales. Hay que usar otro soporte.
  4. Me parece lógico que existieran diferentes niveles de garantía. No todas las transacciones con la Administración son iguales. Quizá algunas puedan admitir menores niveles de autentificación. Sería un paso que podría hacer ganar en confianza y extender el uso para ciertas gestiones.
  5. El lenguaje y los trámites que acompañan la obtención de firmas digitales y sistema de identificación tienen que simplificarse. Si ya el proceso es complejo, encontrar explicaciones complejas acaba por desanimar del todo.

Y, como decía, no soy quien para aportar opinión cualificada, pero sí que puedo compartir la sensación de que a día de hoy he fracasado en el uso… por mucho DNI electrónico que tenga y mucha firma digital que en su día consiguiera ante la Agencia Tributaria. Anda que no queda trabajo. Simplifiquemos, por favor.

Termino con un detalle del curso que te revuelve contra la tecnología: hemos estado en una sala en la que para atenuar las luces y que la proyección se viera bien había que llamar a un técnico que introducía su clave en un sistema y accedía al control de la iluminación. La opción B, un interruptor para apagar las luces de la parte de delante de la sala, no existía. Grandes avances de la ciencia.

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4 comentarios

Iñaki Ortiz 20/04/2013 - 10:20

Por alusiones ;-).

Vaya por delante que estoy totalmente de acuerdo: hay que simplificar la Administración electrónica. Pero con un matiz, lo que hay que simplificar, en realidad, es la propia Administración en general. Muchas veces la complejidad de la Administración electrónica no es más que la traslación al medio electrónico de la complejidad de la Administración en general y de sus procelosos procedimientos administrativos.

Es más, en el caso del Gobierno Vasco cuando «digitalizamos» un servicio hacemos la reingeniería del procedimiento en colaboración con el órgano responsable del mismo, hasta donde nos dejan. Y, en general, se consigue simplificar «algo» el procedimiento, unas veces más y otras menos. Pero, por supuesto, somos conscientes de que nos quedamos muy lejos de lo que sería para nosotros una meta deseable.

En concreto, en este post te centras bastante en la cuestión de la firma electrónica, que es verdad supone una importante barrera de acceso a los servicios electrónicos. Sobre todo, esta barrera resulta muy difícil de superar en el caso de los particulares que interactúan esporádicamente con la Administración pública, mientras que se obtienen mejores resultados en el caso de las empresas y en los ámbitos profesionales.

Por eso pusimos en marcha el equipo de innovación que citas sobre las posibles alternativas a la firma electrónica reconocida, basada en certificados electrónicos. Este equipo formuló una propuesta que ya se está implantando y esperamos poder sacar este año los primeros servicios que utilicen esta firma más sencilla, basada en claves y juegos de barcos, que es similar a la firma que estamos acostumbrados a utilizar en la banca electrónica.

Pero las dificultades de la Administración electrónica no terminan en la firma, sino que también hay un importante recorrido por hacer en la mejora de la usabilidad de los servicios eectrónicos, en la simplificación del lenguaje (que también citas) y, sobre todo, como señalaba al principio de este comentario, en la simplificación de los procedimientos administrativos, que seguramente es lo más complicado porque atañe a las propias esencias de la Administración y a la cultura administrativa que está arraigada hasta los tuétanos de las personas que trabajamos en los diferentes niveles de la pirámide administrativa.

En fin, hay una gran labor por hacer, tenemos un resto apasionante, tanto como es la transformación de la Administración de acuerdo con las exigencias de los tiempos actuales. Dicen que la Administración sigue a la sociedad como la sombra al cuerpo. A ver si la sociedad avanza en la buena dirección para que la Administración le siga por ese buen camino.

Mientras tanto, nos conformaremos con que los presupuestos nos permitan disponer de unos recursos mínimos para poder seguir con los pequeños pasos que vamos dando desde que empezamos con la Administración electrónica, que, a pesar de todos sus problemas, sigue siendo un factor importante de modernización y de mejora de la Administración pública.

Muchas gracias, Julen, por acordarte de nosotros ;-).

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manuel 20/04/2013 - 10:55

Estimado Julen,
En mi opinión, creo que la administración es un sistema complejo, muy complejo, que cuando tiene que hacer la transición al formato electrónico, trata de copia la complejidad en un entorno (el electrónico) con características diametralmente opuestas al papel.
Un sistema complejo no puede ser diseñado desde la nada y puesto en marcha directamente. Un sistema complejo siempre es la evolución de un sistema simple que funciona. Y esta es la pastilla de humildad que no nos hemos tomado los que «diseñamos» sistemas electrónicos para la administración. Ver esta entrada en la wikipedia sobre la Ley de Jon Gall: https://en.wikipedia.org/wiki/John_Gall_%28author%29
Hay otros factores que todos identificamos, como el cambio cultural, los intereses ocultas, la zona de confort… la perdida de control ….pero no hacerlo simple al principio no hace sino alimentar a estos factores que obstaculizan la administración electrónica.
Un saludo a todos.
Manuel

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Juanjo Pina 20/04/2013 - 12:08

Muy acertado el posteo y complementado vía comentario de Iñaki. Igual si se simplifica en formato cibernético se fuerza un poco a simplificar los procesos clásicos de la administración. Suerte con ello a los que podáis tocar el tema!

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Guillermo Yáñez Sánchez 22/04/2013 - 07:10

Como ciudadano comparto con Julen su enfoque. La administración electrónica, como la administración tradicional en sí, es infumable, quizá aquélla lo sea aún más que esta. Para cualquier mortal, cualquier procedimiento es una sucesión injustificada de papeles, idas, vueltas, esperas,…, y si a eso le sumas lo «electrónico»…

Además de ciudadano, me gano la vida como funcionario y lo que dice Iñaki, que es un profesional muy solvente en ese asunto, es del todo cierto. Creo que el problema de fondo está en llegar al tuétano de la forma de trabajar en la Administración y hacer una cirugía profunda con su ADN; ir extirpando todo aquello que se hace, sin saber porque, todo aquello que no aporta ningún valor añadido, y dejar unos procedimientos limpios, claros, precisos e intuitivos, en los que la firma electrónica no sea más que un par de clics y cuatro dígitos.

A mi entender, el reto es aceptar todo el trabajo y esfuerzo que hay que hacer para hasta el tuétano, y luego saber hacerlo.

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