uncertainty | ʌnˈsəːt(ə)nti, -tɪntiEl próximo día 23 de abril tengo que dar una charla en el marco de conferencias sobre profesionalidad que ha organizado Getxolan, con la colaboración técnica de la Fundación Basque Metropoli Fundazioa y subvencionada por el Fondo Social Europeo. En mi caso, se trata de hurgar en el concepto de la profesionalidad abierta, de acuerdo con el marco de trabajo que definimos alrededor de la empresa abierta, línea de investigación en MIK y a la que dedicamos buena parte de nuestras neuronas.

Por otro lado, coincide que también tengo que pasarme esta semana que viene por el itinerario formativo para empresas de carácter social que Pau Domínguez, la fontanera digital, se ha currado con Andalucía Emprende a través del CADE de Huelva, en el marco del Proyecto TransEBT. Ahí retorceremos algunos argumentos que pueden ser útiles para quienes están poniendo en marcha sus proyectos.

Ando, pues, preparando ambas jornadas, además de otra que me llevará a Tenerife pero que está más vinculada con la persona como agente de cambio vinculada a la transformación del territorio.

En el fondo, hay una idea que me revolotea todo el tiempo y a la que tengo que dar forma. Tiene que ver con la forma en que solventamos el dilema entre que cada cual salgamos a flote en forma individual y que, al mismo tiempo, se fortalezcan los lazos comunes y construyamos una sociedad más justa y solidaria. Siempre recuerdo cuando hace muchos años leí una argumentación muy simple, que se definía como la «lección de delicious»: si no te sirve a ti como individuo es difícil que se adopte una práctica social, sea ésta la que sea.

En 2013 aquí en el primer mundo las personas parece que nos hemos convertido en seres cada vez más complejos, con esquemas de valores enrevesados y con motivaciones que han sido sometidas a un centrifugado masivo. La sociedad postmoderna encumbra la individualidad al tiempo que la deja desvalida frente a una descomunal tarea de reconstrucción donde solo cada una y cada uno somos responsables de nuestro éxito o fracaso. Y ahí, en este tejemaneje, la crisis financiera acaba de extender su mancha para convertirse en una crisis sistémica. Y sí, no queda otra, en estas aguas turbulentas es donde hay que construir empresas. O llámalas como quieras.

Asier Gallastegi le ha dado unas cuantas vueltas a la empresa «social». Porque parece que no puede ser de otra forma. O es social o no es. Pero la presión por la sostenibilidad económica conduce a aceptar unas reglas del juego que son las que son. Y entonces emerge la antítesis: toda empresa necesita generar dinero para seguir existiendo. Y de ahí resulta que toda empresa tiene que ser rentable económicamente. Si, además, metes una tercera variable, la sostenibilidad medioambiental, entonces ya tenemos la cuadratura del círculo. Pedir podemos pedir lo que queramos. Otra cosa es que nuestras empresas lo puedan asumir.

¿Quiere decir lo anterior que hay que renunciar a lo social, lo económico o lo medioambiental? Quiero pensar que no, pero también creo que, siendo realista, la tensión por el logro de esos tres tipos de objetivos puede diferir en unos casos y en otros. Y puede suceder, también, que como se postula en las teorías del capitalismo moderno, sea el consumo la forma en que hacer empresa social.

En Getxo reflexionaré más sobre lo individual y en Huelva lo haré más sobre lo colectivo. Pero es evidente que hay un punto de encuentro, porque las personas somos seres sociales y solo en colaboración con las demás que tenemos alrededor es como -quiero pensarlo así- nos realizamos.

De todas formas, navego entre dudas. Quiero ser optimista. Muchas veces me parece que se nos plantea es un reto a nuestra inteligencia como seres humanos. Pero para mi desgracia, también la «inteligencia» se ha descompuesto en inteligencias múltiples, con lo que el reto se complica. A lo mejor se trata de buscar el punto de renuncia con el que nos sentimos cómodas. A mayor ambición, más peligro en la caída por no satisfacer expectativas. Pero de esto ya he escrito en más de una ocasión.

Disculpas, tengo un buen lío en la cabeza.

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6 comentarios

Txetxu 09/04/2013 - 11:03

Y ¿por qué no pensar en punto de equilibrio en vez de ‘punto de renuncia’?
Dicho, también, con todas las dudas del mundo, pero pensando que nos sitúa en otro ‘punto de vista’ 😉

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Julen 10/04/2013 - 18:27

Bueno, todo sea por mantener el optimismo 🙂

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Isabel 09/04/2013 - 19:14

Comparto dudas, pero creo que hay ya algunos puentes emergiendo entre lo individual y lo colectivo. Para nota la frase: “motivaciones que han sido sometidas a un centrifugado masivo”

Tremenda ruta que te has pegado, que envidia 🙂

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Julen 10/04/2013 - 18:28

Seguro que hay puentes. Yo tan solo traslado mis dudas personales, que son cada vez más. Lo del viaje, pues sí, lo cierto es que disfruto como un enano dando pedales por esos mundos de dios 🙂

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Juanjo Brizuela 11/04/2013 - 06:26

Benditas dudas. De cada charla, creo que es más conveniente hacerse preguntas que no dar respuestas… algunas preguntas tienen respuesta. Otras simplemente nos ayudan a encontrarlas.
Bonito recorrido por el sur del sur de Islandia

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Julen 15/04/2013 - 05:28

A mí preguntas no me faltan 😉

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