Etapa 6: Campanario-Mérida

by Julen

Comenzamos con un acertijo que le trae de cabeza a Alberto. Un autobús sale de Gijón a las 9 de la noche. Pero en la madrugada del día siguiente a las dos serán las tres. Entonces, si el horario de paso por Cáceres era a las 4:25 de la mañana, ¿a qué hora deberá ir el viajero a la estación de autobuses? ¿Ese autobús en tránsito desde Gijón entrará en un bucle espacio-temporal del que no podrá escapar? ¿Qué hace el autobús a las dos de la madrugada? Misterio.

Ya hemos hecho risas mientras pedaleábamos entre arrozales imaginando una kafkiana conversación con el servicio de atención al cliente de la compañía de autobuses. Pero el caso es que nos ha quedado la duda y como Alberto tiene que coger su autobús a las 4:25 de la mañana en el día en que un par de horas antes nos pasamos al horario de verano, el asunto se las trae. Se admiten sugerencias sobre la hora en que pasará el autobús en cuestión. En fin, me voy con la etapa de hoy.

Ya, sí, hoy también, pero sólo ha sido uno. Vadeo imposible antes de llegar a Medellín, vuelta y para la carretera como tantas otras veces. Pero eso es ya parte de lo cotidiano. Agua en abundancia por cada lecho, sea de arroyuelo, arroyo, regato, río o lo que queráis. Y en cuanto la pista se pone terrosa el barro se pone tierno y nos endulza el pedaleo.

La carretera ha sido hoy protagonista. Por una parte, el track que seguimos nos ha llevado por ellas pero es que además los caminos están, como decía, muy pero que muy pesados para pedalear. Pero a eso hemos venido, ¿no? Traemos ruedas gordas, así que hay que darles uso adecuado.

A primera hora tras el desayuno en Campanario el cielo pintaba negro, muy negro. Pero la pista asfaltada que llevaba a Magacela quizá por ello nos ha obsequiado con unas vistas espectaculares. Porque Magacela, que se divisa desde un buen montón de kilómetros atrás, vive pegado a un monte rocoso y orientado hacia el este. Imanta la mirada en cuanto lo divisas en la lejanía.

Tras Magacela un pedazo de pista para retomar contacto con las piedras, el agua y el barro. Enseguida llegamos a La Haba justo cuando empieza a llover. Paradita en el bar Casa Blanca, con música de grandes éxitos en radio cassette como Dios manda. Un bizcochito, un té y tira millas por una pista bien conservada que se eleva por encima de los campos de cereal. Y viento, un buen viento. Imposible seguir a Alberto a su ritmo, por cierto. Me guardo para mí los improperios 😉

El track nos regala un buen paseo por Don Benito, el siguiente pueblo de la ruta. Me tengo que enterar de dónde viene esto de «Don Benito» porque no creo que sea de los dibujos animados de nuestra niñez, claro. Seguimos para Medellín y aunque cogemos por momentos una pista al final hay que volver a la carretera por lo que comentaba al principio del vadeo imposible.

Espectacular el paso por el puente del siglo XVII sobre el Guadiana con nada menos que veinte ojos para comenzar la segunda parte de la etapa de hoy. Pista que nos saca a una carretera local sin apenas tráfico para introducirnos en los arrozales de la vega del Río Búrdalo, donde se ven garzas y cigüeñas. Salimos a una horrible carretera nacional con bastante tráfico que podemos dejar enseguida por suerte.

Hasta San Pedro de Mérida se transita en buena medida por una carretera agrícola que discurre paralela a la autovía. Ya sólo quedan unos escasos quince kilómetros hasta Mérida. Un paseo si no fuera por un viento bestial de frente. ¿Sufrir? Bueno, se podría llamar así pero no lo tengo tan claro porque lo hacemos por gusto. Eso sí, duro de cojones, con perdón. Ya en Mérida, tras pasar por el hotel, una comida muy agradable en la Tábula Calda lo arregla todo. Y sí, pinta que hoy también suspenden la procesión. Así la fe se va al carajo.

Distancia recorrida: 83,07 km. Tiempo sobre la bici: 5h 01min. Desnivel acumulado: 700 m.

Enlaces útiles:

Artículos relacionados

Deja un comentario

Este sitio usa Akismet para reducir el spam. Aprende cómo se procesan los datos de tus comentarios.