Hierba

by Julen

RosadaMenuda y húmeda, sin haber crecido demasiado todavía, la hierba desprende una insultante jovialidad. Es pronto aún y la mañana ejerce su poder. La guadaña se desliza sobre la hierba y la rebana en finas capas. Otro movimiento rítmico, de ballet, y otra capa que cae a la izquierda. La hilera de pequeños montones es casi perfecta.

La piedra contra el filo de la guadaña. Un sonido ronco y pausado. La piedra se desplaza hacia delante y hacia atrás en cortos movimientos. Una y otra vez, desde la zona cercana al mango hasta la punta. Y al llegar al final de nuevo a la faena, a filetear la hierba con un suave ronroneo.

Se ven tréboles mientras el suelo se alfombra cada vez vez más mullido. La hierba muy corta, la que queda como capa base, embellece la campa. Quedan tres zonas bien delimitadas: la alfombra verde, los montones y la hierba por cortar. Un mosaico sencillo, de pueblo, de otro tiempo. Con un abuelo y su nieto que lo acompaña. El uno a su trabajo y el otro con un pie en la tierra y otro en su imaginación.

Ya está. Terminado. Un saco marrón para recoger esa hierba rabiosamente húmeda. Un rastrillo para dejar la alfombra limpia. Aquí y allá se va recogiendo todo. Se aprieta en el saco. Un poco más. Los animales esperan tranquilos este manjar. Es comida fresca, de una mañana de rocío, de un día cualquiera de un mundo que ya no existe. Los tréboles no tuvieron suerte.

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1 comentario

Venan 02/12/2012 - 19:33

Me he metido tanto en la narración que he llegado a oler la hierba cortada y húmeda. Me ha gustado.

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