Las filminas

by Julen

El aula tenía paredes de piedra y era oscura. Claro, era del edificio antiguo, más pequeño y escondido. Frente a él se alzaba la mole nueva de dos plantas, que eran tres en la parte que daba a la carretera, porque estaba construido en una ladera de cierta pendiente. Las escuelas viejas y las escuelas nuevas. Lo decíamos en plural, como si fueran un rebaño de clases. Y en el edificio antiguo, no sé por qué, traían las filminas.

Algarabía, bullicio, gritos. Seguro que el acontecimiento ponía a prueba la paciencia de nuestro maestro. Estamos en segundo de EGB. El aula da para dos filas de pupitres. A los ojos de aquellos niños suficiente espacio para no percibirlo claustrofóbico. Las dimensiones parecen siempre inversamente proporcionales a edad de quien mira. Lo pequeño era entonces grande.

Pero el caso es que había que cambiar de clase. Al lado la nuestra quedaba otra. No la recuerdo más grande pero supongo que debería serlo. Allí sucedía todo. Cables, aparatos, pantallas, todo un despliegue. Diferente por un día, la dinámica de toda la escuela giraba en torno a las filminas. Haríamos turnos para que toda la chavalería pudiera pasar por la función. Imagino risas y gritos. Pero también, no sé por qué, unas migas de melancolía.

Mortadelo y Filemón. Recuerdo Mortadelo y Filemón. Y poco más. Queda en la niebla, diluido entre un sonido de mala calidad, suficiente como prueba de buena voluntad pero que no ayuda al recuerdo. Veo el aula oscura, confundida y extraña. Siento el olor de muchos niños que presa de la excitación sudaban y se retorcían en asientos que eran como pequeñas cárceles. Las filminas. Era lo que había.

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