La escarcha y el misterio resuelto

by Julen

hacía frio...Desde la ventana de la cocina apenas se ve nada fuera. Pero se intuye el blanco intenso del rocío sobre las campas. Arriba el sol, todavía sin fuerza, espera mejores épocas. Aunque alumbra y deja un día precioso, poco puede hacer contra este frío intenso de la mañana. Es sábado. Quizá domingo. No hay clase.

El niño no sabe explicar por qué ese humo. Sabe que no es humo pero no encuentra una mejor manera de explicarlo. Sube poco a poco, constante, desde las hierbas heladas. El niño sonríe y se imagina jugando sobre esas campas blancas, corriendo y gritando, ajeno al frío. Dentro, en la cocina, la temperatura es agradable. Y él ve cómo los azulejos sudan.

Siente cómo la pereza le va ganando la partida a lo que su imaginación le pedía. Nada de salir a correr. No hay prisa. Puede volver a leer por enésima vez alguno de los libros que compra su hermana. Sabe lo que va a pasar en cada uno de ellos, pero no le importa. Volverá a leer las aventuras de sus amigos del alma. El reto es volver a terminarlo en una mañana. Antes de la hora de comer tendrá que terminarlo.

Mientras, ahí fuera el tiempo se mueve despacio. A cámara lenta el sol sube y sube. El blanco del rocío juguetea con el verde de la hierba. Es una pelea incruenta. Casi pactada de antemano. Pasan las horas y el blanco se difumina. La mañana avanza. El niño metido en su habitación pierde la noción de las horas. Sigue y sigue, página a página, hasta que llega al final. El misterio está, de nuevo, resuelto.

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